Griselda García: de su libro: Ahora
El dique
En las últimas vacaciones Papá
construyó un dique en el río.
Le llevó toda la mañana.
Cuando terminó, el sol
había bronceado su espalda.
El agua nos llegaba a los tobillos
nos metíamos en zapatillas
para que los pies no dolieran.
En ese mismo río esparcimos
sus cenizas pocos años después.
Mamá llevó flores y una botella de vino.
No había nadie ese día
solo un hombre acostado en la arena
que al ver la botella gritó de satisfacción.
A Papá le hubiera gustado, pensé
y entrando al agua rompí el dique.
Creer para ver
I
El primer día el cielo se oscureció
empezó a llover un agua tibia.
No enciendas la luz, dijiste
para qué si ya vimos todo.
Había amigos en la casa, los tomé de un trago.
Madres creadoras:
nunca imaginé tal ostentación de carne.
No fue difícil trepar a tu espalda
Lo difícil fue estar a la altura, no
retroceder.
Siempre creer, decías, pero perdiste la fe.
II
Cuerpo mío
aprendiste del mar a caer y levantarte
fuiste llenado y vaciado por y para ellos
para hacerlos más hombres cada vez
con la insistencia del mar te ofreciste
te fustigaron en tus avatares
en cada fase de la luna y sus ciclos
cuerpo mío, te hicieron hablar
tus secretos parieron locos nuevos
no es sin riesgos la escucha.
Ante un cuerpo de hombre sólo siento gratitud.
El negro del mar
Una madrugada fui a la playa
me saqué la ropa y me metí al agua
empecé a nadar y nadar.
Me debo haber adormecido
no sé cuánto tiempo pasó.
Cuando reaccioné estaba muy lejos de la orilla
me había envuelto una corriente
sentía oleadas de agua más fría, más caliente.
Nunca le conté a nadie esto, no me creerían.
Comencé a percibir manchas negras
más negras que el negro del mar
se movían lento, venían hacia mí.
Era un grupo de ballenas jorobadas
en viaje migratorio hacia el sur.
Sentí terror y supe que iba a morir.
Imaginé que una abría la boca y me succionaba
en una muerte lenta como en los cuentos
infantiles.
A su paso el mar se inflaba y me elevaba
al bajar, se hacía un hueco en mi estómago.
Paralizado, sin poder decidir, empecé a llorar.
La ballena es mi mamífero preferido.
De chico soñaba que me agarraba de su cola
y paseábamos y conocíamos mundos nuevos.
Pero entre bufidos y cantos extraños
pasaron a mi lado como si yo no estuviera ahí.
Se fueron alejando y el agua quedó en calma.
Cuando pienso que estuve entre ellas
siento que nunca viví algo más terrorífico.
Así son los sueños, llegan en forma inesperada.
Nunca le conté a nadie esto, no lo creerían
pero vos sí, ¿no?
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*Griselda García es
escritora y editora. Vive en Buenos Aires, Argentina. Publicó los siguientes
libros: Alucinaciones en la alfalfa
(2000), El arte de caer (2001), La ruta de las arañas (2005), El ojo del que mira (2009), Hallucinations in the Alfalfa and other
poems (traductor: Hugh Hazelton, Wolsak y Wynn, Canadá, 2010) La madre del universo, (relatos, 2012), Mi pequeño acto privado (Barnacle, 2015)
y Ahora (Ediciones Del Dock, 2016).
En 2013 estrenó el corto “Blanco”
(co-directora y guionista) en el Festival Internacional de Cine de Venecia. Se
dedica al dictado de talleres de escritura creativa y al seguimiento de obras
literarias en progreso. Dirige la colección de poesía “La verdad se mueve” de
Ediciones del Dock.
Etiquetas: Griselda García
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