viernes, septiembre 18, 2015

Mercedes Araujo: Somos lo que damos, de María Laura Decésare

Reproducimos a continuación el texto de la presentación -realizada el miércoles pasado, en La Casa de la Lectura-, escrito por Mercedes Araujo, acerca  de Somos lo que damos, libro de María Laura Decésare, editado por Dock Ediciones (2015). 

"Quisiera agradecer la invitación a presentar este bellísimo libro de María Laura Decésare, ya que en esta oportunidad que ella me da, además de ser ella dando, y yo recibiendo, estamos siendo en el somos del título. El Ubuntu de Mandela, la ética de la lealtad, el soy porque somos, el mutualismo de los anarquistas, el cooperativismo biológico, nos hablan de esta condición esencial de las especies, mucho menos estudiada y difundida que el darwinismo pero tan propia y natural de ser en la reciprocidad y en la existencia solidaria.
Cuando doy, me doy a mí mismo, decía Withman, en su canto… y desde allí abría así su camino a ser en el enlace con el mundo, en este canto, en el de María Laura, nos asomamos desde el somos.
El somos de varios de los poemas nos incluye en ellos de una manera tan delicada y potente que al mismo tiempo que leemos estamos siendo sentido en la voz que habla.
Si pudiéramos escribir sobre lo escrito y así borrar el silencio como si en un verso se nos fuera la vida, dice el primer poema del libro.
La poesía brota y la reflexión filosófica se despliega, como si el lenguaje en estado germinal hubiese sido guardado en pequeños frascos humedecidos, que luego del sol, la espera y el silencio, florece en forma de premisa vital, como esa pequeña voz del mundo de Diana Bellessi, que al elevarse trae música y revelación del misterio.
En toda la primera parte del libro, las palabras son la materia del poema y en ellos se da cuenta de la búsqueda de la palabra como intento a veces absurdo o como promesa, el lenguaje en flor, creciendo y deshojándose, poemas de la espera de la palabra como el mensaje en el pico del pájaro que dice, finalmente, qué dice, dice Nada.
Una palabra lleva a otra, sacude la espesura y parte el cuerpo en dos.
La silueta humana se deja ver atravesada por la carencia y por la esperanza de la palabra, tantas veces esquiva, porque la palabra nos desampara pero en esa orfandad nos revela nuestra naturaleza mutilada. Sí, es un libro sobre el lenguaje pero es un libro escrito fundamentalmente en la reflexión del lenguaje como acontecimiento entre dos o entre uno y el mundo, el lenguaje como diálogo que dispone la posibilidad de ser.
Somos un diálogo, dicen los poemas, que pudo o no pudo ser, pero en el que la palabra esencial hace patente lo uno y lo mismo sobre lo que cual nos unimos y es en la palabra con los otros, humanos o especies hermanas, que nos podemos testimoniar.
El cuerpo en sombras, a la espera de la palabra, del lenguaje y del poema, porque estamos solos pero amparados por un universo que se compadece y nos brinda, sino la palabra, los paliativos en una cotidianeidad que mirada en silencio se vuelve vía de acceso al mundo trascendente, siempre y cuando la podamos nombrar.
A través de un viento sur o de una brisa mínima, leyendo las olas, se llega al alma y cuando la palabra duda y se demora o no acepta el salto al poema, podemos escribir versos en el aire bajo una luna de plata que acaricia la mano o sorprendernos con un colibrí que bebe al ritmo del aleteo constante y nos hace celebrar la vida.
En algunos poemas hay una voz que falta y en ese duelo casi desaparece el poema, se convierte en zona catastrófica, de silencio o de estruendo, de enrarecimiento. Hasta que advertimos que la voz está, no el cuerpo pero si la voz sosteniendo el diálogo como el suelo que posibilita el nosotros, el nuestro mundo.
Hay un decir de la proximidad, como si el diálogo que somos fuera posible en condiciones íntimas, más que en la palabra, en el susurro. Que no sobre lo dicho, que no se alce la voz, se trata de arrimarse suavemente, cambiar impresiones sobre el dolor, el amor, el ser o la soledad.
Todo cuanto somos puede ser dado en palabras sólo si el corazón es susceptible a la contemplación y si de la contemplación nace la revelación de ser ante otro. En el poema Silencio se nos dice:
Una lluvia incesante
detiene el canto de los pájaros
y empaña los vidrios de la casa.
No se oye nada,
ni siquiera la voz de mamá
que reza sentada en su sillón.
¿Por quién reza?
Será por nosotras o acaso
eleva sus plegarias al cielo
para oír en la tarde oscura
la sinfonía de las aves.
La poesía como ritual eucarístico, como un peregrinar por la experiencia humana, sacándonos los zapatos y prestando atención a los detalles reveladores, donde el ser se despliega en su totalidad.
La poesía como vitalidad del encuentro, con la misma felicidad de ese perro que se arroja sobre la arena y se revuelca, cuerpo contra cuerpo.
La felicidad y el dolor, sumidos o tensados uno en la fuerza del otro y ambos en el poema que abre la rendija y nos permite inmiscuirnos en la región de lo secreto.
Lean este libro, despacio, detenidamente, a mi entender, se ganará un lugar privilegiado en el corazón de cada uno de los lectores, porque estos poemas nos dicen en esos que somos, lo que damos o no damos de nosotros mismos y al decirnos, nos incluye, nos transforma, nos vuelve lenguaje, sí, pero lenguaje en conversación, en diálogo."