Arthur Rimbaud: Vigilias
Gracias Jonio
González
I
Es
el reposo iluminado, ni fiebre, ni languidez, sobre el lecho o sobre el prado.
Es
el amigo, ni ardiente ni débil. El amigo.
Es
la amada, ni torturante ni atormentada. La amada.
El
aire y el mundo no buscados. La vida.
—¿Era,
pues, esto?
—Y el sueño que refresca.
II
La iluminación vuelve a la viga maestra. Desde
los dos extremos de la sala, decorados cualesquiera, elevaciones armónicas se
juntan. El m u r o frente al que vela es una sucesión psicológica de copas,
frisos, bandas atmosféricas y accidentes geológicos. — Sueño intenso y rápido
de grupos sentimentales con seres de todos los caracteres entre todas las
apariencias.
III
Las lámparas y los tapices de la vigilia hacen el
ruido de las olas, por la noche, a lo largo del casco y alrededor de la proa.
El mar de la vigilia, como los senos de Amelia. Las tapicerías, hasta media
altura, sotos de encaje tinto en esmeralda, donde se lanzan las tórtolas de la
vigilia. La placa del fogón negro, soles reales de las playas-, ¡ah! pozos de
magia; sola visión de la aurora, esta vez.
*Véase: Las iluminaciones, Ediciones del
Mediodía, Buenos Aires, 1968. Trad. de Cintio Vitier. La imagen, manuscrito de
“Veilées” -Vigilias- I y II, de Arthur Rimbaud)
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