Octavio Paz: Árbol de Diana de Alejandra Pizarnik...
(Quím.): cristalización verbal por amalgama de insomnio pasional y
lucidez meridiana en una disolución de realidad sometida a las más altas
temperaturas. El producto no contiene una sola partícula de mentira. (Bot.): el
árbol de Diana es transparente y no da sombra. Tiene luz propia, centelleante y
breve. Nace en las tierras resecas de América. La hostilidad del clima, la
inclemencia de los discursos y la gritería, la opacidad general de las especies
pensantes, sus vecinas, por un fenómeno de compensación bien conocido,
estimulan las propiedades luminosas de esta planta. No tiene raíces; el tallo
es un cono de luz ligeramente obsesiva; las hojas son pequeñas, cubiertas por
cuatro o cinco líneas de escritura fosforescente, pecíolo elegante y agresivo,
márgenes dentadas; las flores son diáfanas, separadas las femeninas de las
masculinas, las primeras axilares, casi sonámbulas y solitarias, las segundas
en espigas, espoletas y, más raras veces, púas. (Mit. y Etnogr.): los antiguos
creían que el arco de la diosa era una rama desgajada del árbol de Diana. La
cicatriz del tronco era considerada como el sexo (femenino) del cosmos. Quizá
se trata de una higuera mítica (la savia de las ramas tiernas es lechosa,
lunar). El mito alude posiblemente a un sacrificio por desmembración: un
adolescente (¿hombre o mujer?) era descuartizado cada luna nueva, para
estimular la reproducción de las imágenes en la boca de la profetisa (arquetipo
de la unión de los mundos inferiores y superiores). El árbol de Diana es uno de
los atributos masculinos de la deidad femenina. Algunos ven en esto una
confirmación suplementaria del origen hermafrodita de la materia gris y, acaso,
de todas las materias; otros deducen que es un caso de expropiación de la
sustancia masculina solar: el rito sería sólo una ceremonia de mutilación
mágica del rayo primordial. En el estado actual de nuestros conocimientos es
imposible decidirse por cualquiera de estas dos hipótesis. Señalemos, sin embargo,
que los participantes comían después carbones incandescentes, costumbre que
perdura hasta nuestros días. (Blas.): escudo de armas parlantes. (Fís.):
durante mucho tiempo se negó la realidad física del árbol de Diana. En efecto,
debido a su extraordinaria transparencia, pocos pueden verlo. Soledad,
concentración y un afinamiento general de la sensibilidad son requisitos
indispensables para la visión. Algunas personas, con reputación de
inteligencia, se quejan de que, a pesar de su preparación, no ven nada . Para
disipar su error, basta recordar que el árbol de Diana no es un cuerpo que se
pueda ver: es un objeto (animado) que nos deja ver más allá, un instrumento
natural de visión. Por lo demás, una pequeña prueba de crítica experimental
desvanecerá, efectiva y definitivamente, los prejuicios de la ilustración
contemporánea: colocado frente al sol, el árbol de Diana refleja sus rayos y
los reúne en un foco central llamado poema, que produce un calor luminoso capaz
de quemar, fundir y hasta volatilizar a los incrédulos. Se recomienda esta
prueba a los críticos literarios de nuestra lengua.
Abril, 1962
El libro fue publicado por primera vez, ese mismo año.
Etiquetas: Octavio Paz, Poetas
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