jueves, abril 18, 2013

Louise Glück: El umbral...



Yo quería quedarme como estaba,
quieta, a diferencia del mundo,
no en medio del verano sino en la fase previa
al brote de la primera flor, el momento
en que nada es pasado aún --

no en medio del verano, intoxicante,
sino a fines de la primavera, cuando el césped no está alto todavía
al borde del jardín, cuando los tulipanes precoces
empiezan a brotar --

como un niño que ronda un umbral, observando a los demás,
los que entran primero,
tensa fusión de brazos, atento a los
fracasos ajenos, las vacilaciones ajenas

con la brutal confianza infantil de un inminente poder
preparándose para vencer
esas flaquezas, para sucumbir
a la nada, el tiempo directamente

previo a la floración, la época de la maestría

antes de la aparición del don,
antes de la posesión.

* Traduc. María Negroni: Véase el libro La pasión del exilio, diez poetas norteamericanas del siglo XX.

 The Doorway

I wanted to stay as I was
still as the world is never still,
not in midsummer but the moment before
the first flower forms, the moment
nothing is as yet past-

not midsummer, the intoxicant,
but late spring, the grass not yet
high at the edge of the garden, the early tulips
beginning to open-

like a child hovering in a doorway, watching the others,
the ones who go first,
a tense cluster of limbs, alert to
the failures of others, the public falterings

with a child’s fierce confidence of imminent power
preparing to defeat
these weakness, to succumb
to nothing, the time directly

prior of flowering, the epoch of mastery

before the appearance of the gift,
before possession.


**Poema incluido en el libro de la autora The wild iris, 1992.
*** Con el libro El iris salvaje Louise Glück (Nueva York, 1943) ganó el Premio Pulitzer de Poesía 1993).
**** Dice Rolando Costa Picazo : “Al final del sufrimiento había una puerta” - dicen los versos iniciales de El iris salvaje (…).  Enseguida, la puerta se abre y aparece la promesa de un jardín: un niño que juega contra un atardecer, “las primeras lluvias del otoño sacudiendo los lirios blancos”, esculturas del tiempo.Si el jardín ha sido siempre un espacio alegórico (empezando por el Edén), aquí es además paradigma semántico, a le vez excusa y decorado de una conversación. En él se interroga y reclama, se aprende y reprocha, se comprueba y acepta. Uno de los interlocutores es Dios. El otro, plural y diversamente desposeído, diversamente desesperado: la materia sensible. El diálogo arroja algunos resultados. Al final, un corazón se yergue, alcanza el pico agudo de sus preguntas. (…) El iris salvaje es uno de los libros más bellos escritos en EE.UU. en los últimos años. En él la poesía espera, como espera el vacío, como corolario o premio: “After all things occured to me, the void occured to me” (“Después que todo ocurrió, me ocurrió el vacío”)."  

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