Marìa Mascheroni: Un catalogo de lesiones
Reseña acerca del libro La comedia de los panes (Hilos Editora), de la poeta y ensayista Laura Klein, aparecida en la Revista Eñe el 23 de mayo de 2012, firmada por la poeta Marìa Mascheroni.
"Este libro está formado por cuatro textos: Nuestras águilas, La estepa polaca, Bastardos del pensamiento, El poema de la leche. Y se titula La comedia de los panes. ¿Por qué este título? Llamó mi atención porque pan siempre se dice en singular, y “el” pan en singular paradójicamente es un universal. Como el amor o la madre, el pan en singular está en la cima del discurso tirano. Cuando uno dice “el” amor todos quedan fuera del amor. Y después hay amores como panes. Una de las estrategias de la dominación es anular las diferencias que Klein insiste en multiplicar sin reproducirlas. Pan con pan comida de zonzos, al pan pan y al vino vino, esto es pan comido, ¿trajiste el pan?, no sólo de pan vive el hombre, ganarás el pan con el sudor de tu frente, un kilo de pan. Siempre se dice en singular salvo en la multiplicación de los panes. Y la multiplicación no es reproducción, no necesita de cópula sino de creación que alimenta a los hambrientos. Entonces envuelve todo tipo de alimento, incluso el alimento bastardo, la leche amarga del pensamiento.
Y aunque el libro lleva en su título la palabra “comedia”, no es precisamente lo que hoy llamamos comedia. Tampoco una sátira o una burla. Es más bien impiadoso, doliente, esforzado y vital.
¿Cómo se ligan panes y comedia? El “de” aquí no es en absoluto una preposición, el “de” aquí marca un propósito. El propósito de la poeta de hacer del alimento algo fallido, que no sacia, no cierra ninguna ecuación. Un inventario sin fin de lo que no mata y fortalece, una clasificación en la que entran los sobrevivientes a tallar entre lesiones y el sol que cada día se levanta. Si el pan como símbolo de lo bueno y nutricio es erosionado por el plural panes y deja de ser el alimento por excelencia, los panes son alterados por la comedia.
Inventarios fallidos
A lo largo de todo el libro Laura Klein hace inventarios, catálogos de disimilitudes, modos de ser, no definiciones. Un catálogo de madres, o alimentos fallidos. Uno de cabezas, órganos atormentados. Un catálogo de pensamientos bastardos. Un catálogo de lesiones.
Los catálogos de Laura Klein son unos cuyos elementos no se dejan clasificar. Ninguna categoría englobante. ¿Cuáles son las consecuencias, los efectos irritantes y conmovedores de este tesón?
Uno se calma cuando encuentra una manera de englobar, de encuadrar. La autora toma un camino diferente, torciendo milimétricamente nuestros pasos. Digamos que no espera llegar a una noción genérica o a una entidad abstracta (madre, amor, cabeza, pan) con su aureola de inmovilidad y permanencia. Echa mano a todo el poder que le confiere el lenguaje poético para desdoblar, fraccionar, extraer el comportamiento cambiante de las cosas y en un movimiento que no cesa mantiene funcionando juntos el órgano supremo, un astro oscuro, asfódelos, un dolor en el raciocinio, cacareos, ideas endémicas, una congoja. Y con todo eso, no reúne cosa alguna que se parezca a la leche o a la cabeza o a la madre, y sin embargo todos olemos algo de madre o cabeza ahí. Un vislumbre del universal que no va a tranquilizarnos. Pero Klein se las arregla para sacar miel de nuestra propia pesadilla.
Una línea delgada separa el “como si yo estuviera muerta” del “como si no estuviera viva”: en esa línea, en esta línea habitamos los sobrevivientes. Cuidado dice: hay cosas ahogadas, iluminan igual. Hay daño. Hay dolor. Hay más daño y eso no nos ha quitado la alegría. Este es el milagro que Laura Klein relata incansable y es más increíble y azorante que caminar sobre las aguas.
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