Nicolás Olivari*: 17 de octubre**
Desde la negra barrera del otro lado de la villa,
donde el horizonte se fundía con la nada
con salitre en la mejilla reseca
y una miel despavorida en la mirada,
llegaron
los descamisados.
Desde la fragua abierta cual granada de su sangre,
encajada en el molde de la muerte,
desde altos hornos pavorosos, crudo fuego enemigo,
con las uñas carcomidas
y el cabello chamuscado en cansancio secular,
sus mujeres desgreñadas por el hambre y sus crías
que no lloran porque miran,
llegaron
los descamisados.
Sin más arma que el cansado desaliento que en sus brazos se hizo hueco,
frente al río enchapado de alquitranes y petróleos,
solfatara de mil diablos expulsados,
del ansioso cielo antiguo de los pobres,
detenido en el asombro de su paso,
la pupila desbarrada en la angustia esperanzada
en un nombre que hace luz de la tiniebla,
que levanta todo aquello que se daba por perdido,
por perdido y para siempre,
llegaron
los descamisados.
Desde el otro lado de los puentes destruidos
por la mano codiciosa de los despechados,
con un grito silencioso en la grieta de los labios, clamoroso, esperanzado,
latir azulceleste en las venas que se crispan,
levantando los racimos de las manos,
hacia un hombre presentido,
que vibraba delicado,
llegaron
los descamisados.
Desde el taller cerrado y la fábrica con su cara
clausurada a la bondad,
patinada
por el antiguo sudor de sus familiares,
invadieron la ciudad
y el grito fue invadiendo las conciencias
hasta hacerse claridad.
Claridad junto al líder recobrado,
por su pueblo, el gran pueblo, sólo el pueblo,
y para siempre... para siempre, desde entonces
es nuestro, sólo nuestro, recobrado por el pueblo,
en aquel día de gloria que empezó oscuro y trágico
hasta hacerse claridad,
cuando el nombre, iluminado,
mi prójimo y vecino, mi compañero y hermano,
lo rezaron con el alma, cuando llegaron
los descamisados.
donde el horizonte se fundía con la nada
con salitre en la mejilla reseca
y una miel despavorida en la mirada,
llegaron
los descamisados.
Desde la fragua abierta cual granada de su sangre,
encajada en el molde de la muerte,
desde altos hornos pavorosos, crudo fuego enemigo,
con las uñas carcomidas
y el cabello chamuscado en cansancio secular,
sus mujeres desgreñadas por el hambre y sus crías
que no lloran porque miran,
llegaron
los descamisados.
Sin más arma que el cansado desaliento que en sus brazos se hizo hueco,
frente al río enchapado de alquitranes y petróleos,
solfatara de mil diablos expulsados,
del ansioso cielo antiguo de los pobres,
detenido en el asombro de su paso,
la pupila desbarrada en la angustia esperanzada
en un nombre que hace luz de la tiniebla,
que levanta todo aquello que se daba por perdido,
por perdido y para siempre,
llegaron
los descamisados.
Desde el otro lado de los puentes destruidos
por la mano codiciosa de los despechados,
con un grito silencioso en la grieta de los labios, clamoroso, esperanzado,
latir azulceleste en las venas que se crispan,
levantando los racimos de las manos,
hacia un hombre presentido,
que vibraba delicado,
llegaron
los descamisados.
Desde el taller cerrado y la fábrica con su cara
clausurada a la bondad,
patinada
por el antiguo sudor de sus familiares,
invadieron la ciudad
y el grito fue invadiendo las conciencias
hasta hacerse claridad.
Claridad junto al líder recobrado,
por su pueblo, el gran pueblo, sólo el pueblo,
y para siempre... para siempre, desde entonces
es nuestro, sólo nuestro, recobrado por el pueblo,
en aquel día de gloria que empezó oscuro y trágico
hasta hacerse claridad,
cuando el nombre, iluminado,
mi prójimo y vecino, mi compañero y hermano,
lo rezaron con el alma, cuando llegaron
los descamisados.
NICOLAS OLIVARI: Diego Arzeno, más conocido como Nicolás Olivari (Buenos Aires, 8 de septiembre de 1900- 22 de septiembre de 1966. Poeta, periodista y escritor. Desde muy joven abrazó la carrera periodística colaborando en "Crítica", "El Pregón", "Noticias Gráficas", "Reconquista", "La Epoca", "El Laborista", "Democracia", como crítico teatral y a veces desempeñándose como jefe de redacción. También lo hizo en revistas varias y radios. En colaboración con los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón o solo, escribió para el teatro: "Un Auxilio en la 34", que fue la primera y estrenada en 1927 en el "Nuevo", "Amargo Exilio", "Tedio", "Irse", "La pierna de plomo", "Cumbres Borrascosas", "El regreso de Ulises", "Dan tres vueltas y luego se van", y con Roberto Valenti escribió para la radio "Hormiga Negra" y "El Morocho del Abasto", esta última llevada al cine. Tradujo numerosas obras del teatro europeo. En poesía, publicó: "La Amada Infiel", libro de versos aparecido en 1924, después fue dando a la imprenta, en verso o en prosa, "La Musa de la mala pata", "El gato escaldado", "Diez poemas sin poesías", "Los poemas rezagados", "Pas de quatre". Y, además, los cuentos: "Esta noche es nuestra", "La mosca verde", "El Almacén", "El hombre de la baraja y la puñalada", y el collar de estampas porteñas, "Mi Buenos Aires Querido", su obra póstuma (véase http://www.elortiba.org/...).
**El poema que reproducimos, apareció en el diario Democracia el 16 de octubre de 1952.
**El poema que reproducimos, apareció en el diario Democracia el 16 de octubre de 1952.
2 Comments:
es impactante este poema....
me gusto mucho
besos
Lilya
Sí, a mí también me impactó.
Un abrazo.
Publicar un comentario
<< Home