El concepto de vanguardia (Cuarta Parte)
Se trata de la cuarta y última parte de las reflexiones del poeta y periodista argentino Paco Urondo, publicadas por la revista Crisis Nº 17, en setiembre de 1974.
Cuando existe una apelación al prejuicio es porque no hay buenas razones, y los revolucionarios deben tener buenas razones. Especialmente en problemas tan delicados como éstos, donde una misma actitud puede suponer --por ejemplo-- liberalismo o, contrariamente, combatividad: depende del momento y del medio. Una crítica puede ser tomada como hipercrítica si se observa con espíritu burocrático o formalista. Se puede ver indisciplina donde hay imaginación, especialmente cuando la dureza de la lucha o la magnitud del proyecto imponen --indebidamente-- su peso y no dejan actuar con la sutileza que demandan esos matices. Y las teorías revolucionarias más perfectas para nada sirven si se aplican de manera mecanicista. Es lo mismo que no aplicarlas: carecen de una política, de la mediación necesaria que las haga efectivas, en armonía con el grado de desarrollo que ha alcanzado en su conciencia el conjunto del pueblo. Que le permita estructurar a ese pueblo, a través de su vanguardia, los medios organizativos que han ido tomando formas aptas para esa política. Esas formas organizativas que, según Luckas, vinculan la teoría con la práctica.
En la tarea cultural, en la producción cultural, ocurre lo mismo que en la política. Sin un referente a la realidad, no habrá verificación práctica. Y este referente debe ser visto con una ética política, determinante de las posibles modificaciones de la realidad. Porque condicionarse a una situación dada, tanto en lo estrictamente cultural como en lo político, es aceptar un estado de cosas. Y las cosas están como están y la gente --incluso ideológicamente-- está como está, para favorecer la explotación, el sometimiento social y político. El populismo siempre aceptó las cosas como estaban. Lo contrario, desentenderse del estado de cosas, arrastra a posiciones ultra izquierdistas. En cultura, esto suele conocerse con el nombre de vanguardismo. Y ahora se trata de conformar una vanguardia, no de hacer vanguardismo.
Todo esto parecería desembocar en una hipótesis de negación de izquierdas y derechas en el terreno cultural. Existen, y también existen en el campo del pueblo. Pero la cosa no pasa por ubicar un punto medio: el centro impoluto, como les gusta tanto a los liberales. Se trata de ser fieles a un mecanismo dialéctico que sirva al análisis y a la síntesis entre la teoría y la práctica, entre la tarea cultural del pueblo y la producción de intelectuales y artistas.
* Paco Urondo nació en Santa Fe en 1930 y murió en Mendoza en 1976.
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