El concepto de vanguardia (Tercera Parte)
Se trata de la tercera parte de las reflexiones del poeta y periodista argentino Paco Urondo*, publicadas por la revista Crisis Nº 17, en setiembre de 1974.
Los problemas ideológicos impuestos a todo el mundo por la clase dominante se patentizan con más ahínco en los intelectuales y artistas. Tal vez por esto, ellos presentan una característica singular: generalmente --con razón o sin razones--, aunque haya entre ellos buenos y malos, son tratados como si fueran siempre malos. Suscitan una desconfianza a priori, un prejuicio. Y esto es malo, porque los prejuicios empujan, quitan espacio, alientan debilidades, sectarizan y terminan convirtiendo al destinatario de esa subjetividad, en algo bastante parecido a lo que el prejuicio anunciaba. Y no se trata de que el prejuicio venga a ser algo así como una presunción. Más que profezitar, el prejuicio prefigura.
Kim Il Sun, refiriéndose a los intelectuales de su país y recordando que aunque habían sido formados y servido en instituciones económicas y culturales pertenecientes al imperialismo, luego se pusieron al servicio de la patria, dijo: "Ellos se han transformado notablemente en los últimos seis años y han demostrado devoción e iniciativa en los últimos seis años de la construcción democrática. Una abrumadora mayoría de ellos luchó valientemente por la patria durante la guerra, muchos llegaron hasta la línea del río Raktongang para combatir al enemigo y durante la retirada temporal retrocedieron siguiendo a nuestro partido y venciendo todas las dificultades. Qué más podemos pedirles a esos intelectuales y por qué hemos de desconfiar de ellos".
No llenemos de piedras el camino. Es necesaria la presencia de los intelectuales en las organizaciones populares. Son importantes para el cuerpo global de la sociedad y para la clase que debe homogeneizar el proceso revolucionario. Habrá que combatir las deformaciones ideológicas, pero no con prejuicios, si no con realidades.
Los problemas ideológicos impuestos a todo el mundo por la clase dominante se patentizan con más ahínco en los intelectuales y artistas. Tal vez por esto, ellos presentan una característica singular: generalmente --con razón o sin razones--, aunque haya entre ellos buenos y malos, son tratados como si fueran siempre malos. Suscitan una desconfianza a priori, un prejuicio. Y esto es malo, porque los prejuicios empujan, quitan espacio, alientan debilidades, sectarizan y terminan convirtiendo al destinatario de esa subjetividad, en algo bastante parecido a lo que el prejuicio anunciaba. Y no se trata de que el prejuicio venga a ser algo así como una presunción. Más que profezitar, el prejuicio prefigura.
Kim Il Sun, refiriéndose a los intelectuales de su país y recordando que aunque habían sido formados y servido en instituciones económicas y culturales pertenecientes al imperialismo, luego se pusieron al servicio de la patria, dijo: "Ellos se han transformado notablemente en los últimos seis años y han demostrado devoción e iniciativa en los últimos seis años de la construcción democrática. Una abrumadora mayoría de ellos luchó valientemente por la patria durante la guerra, muchos llegaron hasta la línea del río Raktongang para combatir al enemigo y durante la retirada temporal retrocedieron siguiendo a nuestro partido y venciendo todas las dificultades. Qué más podemos pedirles a esos intelectuales y por qué hemos de desconfiar de ellos".
No llenemos de piedras el camino. Es necesaria la presencia de los intelectuales en las organizaciones populares. Son importantes para el cuerpo global de la sociedad y para la clase que debe homogeneizar el proceso revolucionario. Habrá que combatir las deformaciones ideológicas, pero no con prejuicios, si no con realidades.
* Poeta y periodista argentino (1930-1976).
Etiquetas: Paco Urondo
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