Cosecha reservada, de Patricia Pacino
"Con vulgaridad/ he de aparecer, parecer/no me importa". Cito estos versos del poema "Me levanté temprano", porque creo que aluden a una toma de decisión que Patricia Pacino lleva hasta sus últimas consecuencias. Toma de decisión sostenida en una fidelidad, la del corazón. Algo así como un compromiso ético-personal de atarse a los dictados más genuinos, que otorga a Cosecha reservada, su primer libro, una intensidad poco común.
Se trata de hacer visible lo invisible, no tachar la extrañeza innominada del cuerpo que puja por nacer a la palabra: "las palabras despiertan y yo/ tengo que oír, una historia/ continuamente nombra/ lo que no preservo ni puedo contener; tampoco de ocultar sus condiciones de existencia: los hijos la mañana/ el hogar como esposo/el esposo como hijo/el hijo como yo esperando de mí". Las dos secciones en que se divide este libro “Bell de Tour” y “Jordes Perfecta” van conformando así un nuevo lugar de enunciación para un sujeto poético que se reconoce en su particular diferencia de mujer, hija, madre, esposa y, más y sobre todo, escritora. Claro que este anhelo de sinceramiento exige, entre otras cosas, llevar al límite los recursos para acercar ese cuerpo incierto a la escritura, reconocerlo, escuchar sus propios deseos: "Yo prefiero gozar del efluvio singular/de ser marica o lo mismo da ser mujer".
Es tal la complejidad que encierra el universo de cada ser individual que ningún modelo parece agotarla sin residuos ni distorsiones: "Eva,Viv, Vesta, Alicia o Kordes -dice, quizás por eso Pasino- siempre otro delirio de mujer perfecta": en su errancia la voz se vuelve nómade Aprueba o desaprueba cada disfraz el cuerpo errante en un tiempo continuo de mudanzas tal, que despertaría la envidia de un Ovidio, anclado en sus metamorfosis. De esta forma, Pacino abre bifurcaciones y desvíos permanentes en la lengua, disolviendo la gravedad con ironía, o aliviando el peso de la reflexión con el juego de un giro coloquial: "Eva, que lo has poblado todo, dime/ ¿ha sido insoportable la pregunta/descalza a la buena de dios/pariendo hijos?". A veces el uso de la rima y el ritmo es extremo: casi al borde de una afectación los versos rememoran gestos de otras autoras, como en el poema "Kordes perfecta".
Recursos de este tipo quitan peso al discurso, lo despojan de dramatismo. Hay un oído sumamente sutil y unas manos ágiles que administran armonía al concierto: se evitan las altisonancias, o en todo caso se las compensa cuando es necesario, con la medianía grave de una frase casi monocorde. Se puede leer en sordina, el cuestionamiento a poéticas del género popular y de la alta literatura que han abusado del lamento y la queja. La puntuación y el corte de los versos tiende a multiplicar sentidos, sin exageraciones. A veces, la sola mención de un nombre evoca otro para cuestionarlo, en un duelo de microscópicos espadachines, como sucede, por ejemplo, con la palabra “desatino” en el poema "Ópera prima" o con los dos últimos versos de Punto Crochet: "El sí de las niñas a veces/es un secreto/de voces muertas".
Acaso porque ser mudable es exigencia de una vida, en Cosecha reservada una mujer escribe modos variados de entrecasa, creando un mundo móvil e inestable. Fiel a estos modos o mood, estados de ánimo, Patria Pacino añeja la lengua poética hasta otorgarle color y sabor de riesgo y desafío.
**Patricia Pacino nació en Buenos Aires. Estudió Filosofía y Letras en la UBA. En 1999 editó Cosecha Reservada, en Editorial Nusud.
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