jueves, agosto 23, 2007

Miradas


Según su propio testimonio, uno de los hechos que marcó al pintor Wassily Kandinsky, ante la encrucijada de seguir con su carrera científica o bien elegir la vida insegura del artista, fue la exposición de los impresionistas franceses, celebrada en Moscú, donde se presentó el cuadro de Monet Montón de heno, que le causaría sorpresa y confusión: Y de repente vi un cuadro por primera vez. Aunque en el catálogo se decía que era un montón de heno, no pude reconocerlo, lo que me resultó embarazoso. Además pensaba que el artista no tenía ningún derecho a pintar de forma tan poco clara. No me parecía bien que faltara el objeto. Pero, asombrado y confuso, me di cuenta de que el cuadro no sólo cautivaba, sino que se grababa en la memoria pasando siempre ante mis ojos inesperadamente, lo tenía uno presente con todos sus detalles. Todo me resultaba incomprensible y no fui capaz de adivinar las consecuencias de aquella experiencia. Lo que me resultaba claro era la fuerza insospechada de la paleta, desconocida hasta entonces para mí, que sobrepasaba todos mis sueños. La pintura irradiaba fuerza y esplendor de cuento de hadas. Inconscientemente se desacreditaba al objeto como elemento pictórico inevitable.