Simone Weil: Vacío y compensación*
(...)
Mecánica
humana. Quien sufre trata de comunicar
su sufrimiento –ya sea zahiriendo a otro, ya sea provocando su piedad —con el
fin de disminuirlo, y a fe que lo consigue. A quien está abajo del todo, al
cual nadie compadece, ni tiene poder para maltratar a nadie (por no tener hijos
ni otras personas que lo amen), el sufrimiento se le queda adentro y lo
envenena.
(…)
Tendencia
a extender el dolor más allá de uno mismo: ¡yo aún la tengo! Las personas y las
cosas no son suficientemente sagradas (…) Ni en los peores momentos sería capaz
de destruir una estatua griega o un fresco del Giotto. ¿Por qué entonces otra
cosa? ¿Por qué, por ejemplo, un instante de la vida de un ser humano que podría
ser un instante feliz?
(…)
Deseo
de ver sufrir al prójimo exactamente lo que uno sufre. Por eso, el odio de
quienes viven en la miseria se dirige, salvo en los períodos de inestabilidad
social, contra sus semejantes.
Tendencia
a extender el sufrimiento más allá de uno mismo. Si por un exceso de debilidad
no puede provocarse la compasión ni tampoco hacer daño al prójimo, se daña la
representación del universo en uno mismo.
Cualquier cosa hermosa y buena resulta
entonces como una injuria.
(…)
Hacer
daño al prójimo es recibir algo de él. ¿Qué? ¿Qué se gana? (y qué habrá que
pagar a cambio?) cuando se hace daño? Sale uno crecido. Sale uno más ancho. Ha
colmado un vacío al crearlo en el otro.
Poder
hacer daño al prójimo impúnemente –por ejemplo, descargando sus iras sobre un
inferior que esté obligado a no replicar- es ahorrarse un gasto de energía,
gasto que el otro debe asumir. Lo mismo que en la satisfacción ilícita de un
deseo cualquiera. La energía que se economiza de esa manera se degrada
enseguida.
(…)
Una
recompensa puramente imaginaria (una sonrisa de Luis XIV) es el equivalente
exacto de lo que uno ha gastado, porque tiene exactamente el valor de lo que se
ha gastado –al contrario de las
recompensas reales, que, como tales, se hallan o por encima, o por debajo. Así
mismo, sólo los beneficios imaginarios proporcionan energías para esfuerzos
ilimitados. Pero es preciso que Luis XIV sonría de verdad; si no lo hace,
indecible privación. Un rey no puede pagar más que recompensas, la mayor parte
del tiempo imaginarias, si no se volvería insolvente. (...)
*Véase
La gravedad y la gracia.
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