viernes, diciembre 28, 2018

Irene Gruss: Dos poemas




“ERA LA TARDE Y LA HORA”
Esteban Echeverría

A la hora de palabras patéticas
me tiento de risa; es nervioso, es nervioso
dice la madre
y yo le creo.
La desesperación, el
desespero,
él es un desesperado: –Ay, es cierto
y me tiento:
son palabras patéticas.
“La falta de mística”, es fatal que
“todo sea cultura”, las aceitunas
vos y yo: es patético,
el sonido,
¡quién tuviera un oboe!
Arder, “Vas a arder”:
es cierto.
Era la hora en que mi vida sexual pagó
¿por qué no?
consecuencias
lúgubres. Las palabras
huelgan:
¿Qué voy a hacer ahora?
Y a la hora de hechos patéticos,
a la hora de una falta de hechos
no puedo reír
no me acurruco, no me cubro
ni siquiera muero:
escucho el viento
y aplasto terribles,
tiernas mariposas que
(hablo de palabras vagas, cuasipatéticas)

seducen el aire
a respirar:
es cierto, preciso el aire.
Vuelan
coloridas
y duran –ay de mí, ¿es que la rima es débil, así
de mortecina?–
una noche de gusanos, las palabras vagas,
y solamente un día.

Remordimiento

Nunca tuve
lo que se dice una buena dentadura.
Con mi boca mordí
su nuca, su garganta,
la forma de morder
se fue adecuando
al poco calcio, la poca fuerza, a
las piezas postizas y a las que
fueron salvadas. Reír, eso quise.
Perdí las ganas de morder
como quien deja la vida a un costado,
la ve ahí,
un vestido de fiesta doblado en la silla.
Llovió sobre el jardín, gotean
de lluvia y de un rocío nocturno
bombitas de colores.
Ahora, con lo que tengo dado
y quitado, con mi boca
beso,
y cada noche, antes de dormirme,
ruego a Dios no morir con los ojos abiertos,
los dientes apretados.

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