sábado, diciembre 22, 2018

T. S. Eliot: El cultivo de los árboles de Navidad



De las muchas actitudes ante la Navidad,
hay algunas que debemos rechazar:
la social, la torpe, la comercial,
la desordenada (la de los bares abiertos hasta medianoche)
y la infantil que no es la del niño
para el que la vela es una estrella
y el ángel dorado que despliega sus alas
en la cima del árbol, no decoración, sino ángel.
El niño ante el árbol se asombra.
Dejémosle que siga en su espíritu
con la Fiesta que es tal y no pretexto.
De ahí que el rapto brillante, la maravilla
del primer árbol de Navidad que se recuerda,
de ahí que las sorpresas, las delicias
de las nuevas posesiones (cada una
con su peculiar olor y emocionante),
la espera del ganso o del pavo
y el alborozo de su llegada.
De ahí que la alegría y la reverencia
no deban olvidarse en la experiencia posterior,
en la cotidianidad o el tedio o la fatiga,
en la certeza de la muerte o la conciencia del fracaso
o en la piedad del converso
que puede corromperse por la vanidad
que no gusta a Dios y desagrada a los niños
(y aquí recuerdo con gratitud a Santa Lucía,
su villancico y su corona de fuego):
De ahí que antes del fin, la navidad número ochenta
(y “ochenta” significa la que sea la última)
los recuerdos acumulados de la emoción anual
deben concentrarse en inmenso gozo
que será también inmenso temor
como en la ocasión en que descienda
el terror a cada alma:
porque el principio debe recordarnos el fin
y la primera venida, la segunda.
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The  Cultivation of Christmas Trees

There are several attitudes towards Christmas,
Some of which we may disregard:
The social, the torpid, the patently commercial,
The rowdy (the pubs being open till midnight),
And the childish – which is not that of the child
For whom the candle is a star, and the gilded angel
Spreading its wings at the summit of the tree
Is not only a decoration, but an angel.
The child wonders at the Christmas Tree:
Let him continue in the spirit of wonder
At the Feast as an event not accepted as a pretext;
So that the glittering rapture, the amazement
Of the first-remembered Christmas Tree,
So that the surprises, delight in new possessions
(Each one with its peculiar and exciting smell),
The expectation of the goose or turkey
And the expected awe on its appearance,
So that the reverence and the gaiety
May not be forgotten in later experience,
In the bored habituation, the fatigue, the tedium,
The awareness of death, the consciousness of failure,
Or in the piety of the convert
Which may be tainted with a self-conceit
Displeasing to God and disrespectful to children
(And here I remember also with gratitude
St.Lucy, her carol, and her crown of fire):
So that before the end, the eightieth Christmas
(By “eightieth” meaning whichever is last)
The accumulated memories of annual emotion
May be concentrated into a great joy
Which shall be also a great fear, as on the occasion
When fear came upon every soul:
Because the beginning shall remind us of the end
And the first coming of the second coming.

*Traducción: José Luis Justes Amador

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