lunes, septiembre 03, 2007

Los que van a morir, de Gabriela Franco

El cuerpo es un viejo
lleva ataduras de trapo
aduanas de agujas

el cuerpo es un viejo olvidado
no recuerda el miedo ni el deseo
el viejo es un bicho
despojado de carne

un bicho deshabitado
abrigo de tumores

los huesos son adorno
hacen nudo en el árbol

el árbol es nicho y polilla
alberga agujero en la roca
duelo, en el respeto ausente


Cada día tiene su temblor
maxilar, raja, pesadilla
tiempo en lo quieto
racimo de últimos
día aguja
día punto
día jaula
ramalazo
mechones de calva en el espacio
espacio en las cuencas
anillo desorbitado en el hueso


Tengo miedo y no traté de dormir
me da miedo una hoja de ave
pensé que alguien moría
es sólo una pluma
mi idea pesa
y no me dormí


La sangre se corta y no hay
rojo ni luz
ni apuro

sólo algo afuera
de la tumba de una arteria
afuera
un silencio de borbotón lento
un agua afónica de tinto
un río que llega al mar
y deja el corazón
distendido


no es que no haya luz
es que se derrumba de a poco


Estoy en el ángulo donde entra
el sol por la puerta ventana
estoy de pie y las mitades
ruedan como un rumor mojado

la ventana está abierta y el recuerdo es naranja

el pretérito de los sueños es imperfecto


Desarmamos la cama en silencio
como actrices de oficio
como si no hubiera pasado
un año
desde que tendimos las sábanas

(¿sólo aprendemos a fuerza de repetición?
¿veinte años de vida
necesitan veinte años de muerte?
mirar es un instinto
y la muerte un espejo
suspendido en el futuro)

desarmamos la casa
y el aire era uno
uno solo el silencio
único el vacío


Gabriela Franco nació en Buenos Aires en 1970. Es licenciada en Letras (UBA) y docente. Publicó Calle (plaqueta), 1999, Piedras preciosas (plaqueta, 2006), el libro de ensayos Buenos Aires y el rock (en coautoría con A. Franco y D. Calderón), 2006 y Los que van a morir (2007).

1 comentario:

Anónimo dijo...

María del Carmen, ¡qué gusto, descubrir tu blog!

Y qué poema. Llegué a él y a este libro de Gabriela Franco hace una semana, estando de luto en Mendoza. Nunca un libro fue más oportuno.

Lo leí de un tirón y ahora, una semana después, lo leo de a poquito, mastico despacio las palabras, simplemente disfruto.

Un beso.

Verónica Andrea Ruscio