lunes, marzo 11, 2019

Alfonsina Storni:: MASCARILLA Y TRÉBOL Círculos imantados Antisonetos




A EROS 


He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar; mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.

Como a un muñeco destripé tu vientre
y examiné tus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de oro
hallé una trampa que decía: sexo.

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostré al sol, buscón de tus hazañas,
ante un corro asustado de sirenas.

Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños Doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.

RÍO DE LA PLATA EN ARENA PÁLIDO

¿De qué desierto antiguo eres memoria
que tienes sed y en agua te consumes
y alzas el cuerpo muerto hacia el espacio
como si tu agua fuera la del cielo?

Porque quieres volar y más se agitan
las olas de las nubes que tu suave
yacer tejiendo vagos cuerpos de humo
que se repiten hasta hacerse azules.

Por llanura de arena viene a veces
sin hacer ruido un carro trasmarino
y te abre el pecho que se entrega blando.

Jamás lo escupes de tu dócil boca;
llamas al cielo y su lunada lluvia
cubre de paz la huella ya cerrada.

AUTORRETRATO BARROCO          

Una máscara griega, enmohecida
en las romanas catacumbas, vino
cortando espacio a mi calzante cara.
El cráneo un viejo mármol carcajeante.

El Nuevo Continente sopló rachas
de trópico y de sud y abrió sus soles
sobre la testa que cambió su acanto
en acerados bucles combativos.

En un cuerpo de luna, tan ligero
que acunaban las rosas tropicales,
un órgano, tremendo de ternura,

me dobló el pecho. Mas ¿por qué sus sones
contra el cráneo se helaban y expandían
por la burlesca boca acartonada?


FUERZAS

Esa espada del mar en los confines...
Tiendas de luna y sol; un viejo nido
de palabras que avanzan por las olas
a clavarse llameantes en tu pecho.

Allá está el puño que semillas suelta
hacia tu tierra y hace agricultura
de flor de fuego en tus arenas frías;
allá en el abra, junto al mar, de cielo.

Máquinas de trastorno allá gobierna
y en sus aspas de jade soy volteada.
¿Qué me quieres oh tú palabra grave?

Nadie contesta pero ordena todo;
y el rubio alfanje de la luna nueva
el vientre me penetra y lo florece.

SUGESTIÓN DE UNA CUNA VACÍA

Un pájaro de luna hasta la tierra
la trajo. Inhabitada. Pero un nimbo…
Y se veía alzar desde su fondo
una ranilla humana al rosa abriendo.

Con los párpados bajos del ocaso
los barrotes doblaban sus rigores
y se agitaba la ranilla rosa
en cárcel presa ya y aún no nacida.

A luz de noche, franjas estelares
le dibujaban triángulos y cruces
de sombras y fulgor en nudo triste.

Y se acunaba sola, dulcemente,
como si arriba una celeste mano
le diera viento mecedor de flores.


DIBUJOS ANIMADOS II

Una mística flor, técnica y fría,
que el pomo de colores, semillero
de seres planos que el dibujo alienta,
si bien terrestre, de un trasmundo viene.

Hace millares de años que la garra
audaz del hombre, por desentrañarlo,
pintó paredes y mordió las piedras
hasta lograr un árbol que camina.

Mira el pequeño ser en blanco y negro
que te calca, tú que eres otro calco
de un modelo mayor e indefinido:

Un alma tiene que es la tuya misma,
la pobre tuya misma persiguiendo
trenes de viento y puerto de papeles.

ALEGORÍA DE LA PRIMAVERA

La tierra gira y gira y va a buscarla
a un prado rosa donde está yemando,
y viene a saltos y se trepa al lomo
del mundo y latiguea el viejo musgo.

Se hacen trompos los árboles y zumban,
y la piedra cojín y canto el agua;
y aprieta el pomo de las golondrinas
y desata las cajas de las flores.

Desgremia el cielo sus torzones lila
y cuelgan de ciudades y montañas,
y un tibio, verde viento los ondula.

La mano al hombre en la cintura pone
y aguas de vida súbensele al pecho
y alza el Ensueño largas sus trompetas.

PLANOS DE UN CREPÚSCULO

Primero había una gran tela azúrea
de rosados dragones claveteada;
muy alta y desde lejos avanzando,
pero recién nacida y pudorosa.

Y más abajo grises continentes
de nubes separaban los azules;
y más abajo pájaros oscuros
bañábanse en los mares intermedios.

Y más abajo aún, ceñudo el bloque
de milenarios pinos susurraba
una canción primera de raíces.

Y estaban, más abajo todavía,
prendidos a la tierra los humanos
rechinando los dientes y herrumbrosos.

*Mascarilla y trébol (1938).

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