Leopoldo Marechal: de su libro Días como flechas*
Canción
El
Río de tu Sueño cantará el abecedario del agua.
Tendrá
árboles, como llamas verdes
chisporroteando
alondras;
y
altos bambúes cazarán el girasol de las lunas
en
el Río de tu Sueño que sólo tú remontas.
El
alba será un loto que perfuma
la
muerte de tus noches;
de
picotear estrellas estarán ebrios tus pájaro-moscas.
Habrá
remansos y un polen que hace dormir al viento
en
el Río de tu Sueño que sólo tú remontas.
Con
mi remo al hombro he visto zarpar cien días.
Mis
hermanos pelarán la fruta del mundo, la más roja...
Con
mi remo inútil, a lo largo de las noches,
busco
el Río de tu Sueño que sólo tú remontas.
Canto
de otras vidas
Silencio,
sangre
de campanas muertas.
Llanto
de las casas vacías
que
imploran un retorno de niños...
Yo
sé un canto sin nombre
que
fructifica en el silencio.
Una
canción de aquellas que soldaban tus párpados
cuando
la lámpara florecía
en
los aposentos mojados de sombra.
Entonces
hubo dedos color de reloj
y
un perfume de llantos antiguos en la ropa vetusta.
(Hay
que tirar guijarros musicales
al
fondo del silencio:
el
silencio responde con su voz de agua muerta.)
¡Tus
manos!
Veo
tus manos desgarradas
en
cinco tiras de cansancio.
¿En
qué viejo episodio se gastaron tus dedos?
La
vida fue un liviano cascabel en tus ropas
¡y
has echado a rodar el juguete del mundo
yo
no sé en qué mañana de libro con viñetas!
El
cántaro vacío de tus ojos
ha
mordido la fuente de algún sol en pañales...
(Todo
está en el silencio
y
en la fatiga de tus brazos.)
Una
mañana tus ojos de Simbad arponearon el sol.
En
madera profunda
tallaste
el mascarón de un navío fantasma:
un
mascarón de gestos petrificados
que
mordió la carne frutal de aquel día sin nombre.
Entonces
un mar sin leyendas
habló
de tu origen a dioses color de esponja.
Y
el viento no había pisoteado todas las distancias.
El
viento niño rompió el juguete de tus Cantos
y
hacía danzar en sus horcas
a
los piratas de tu miedo...
¡Quién
te dijo una noche que la muerte
sólo
un tapiz de sueño era!
¡Quién
te enseñó una noche de qué modo la vida
se
acostaba en sus linos,
como
tú, de pequeño,
cuando
en los labios de tu madre
nacían
llavines de música para tus ojos!
¡Quién
te habló de la muerte
y
de un retorno en caballos festivos!
(Yo
sé un canto de abuelas;
el
silencio responde...)
¡Tus
pupilas
-amente
fieles a la hoguera
que
abrió incurables llagas en la noche de añil!
¡Qué
vieron tus pupilas? ¿Qué vieron
la
barba color hoja seca de los ancianos
t6rax
de hombres adustos
hablaban
un lenguaje aprendido en la boca del viento?
Una
voz deshizo el collar de tu nombre,
una
voz musical de nodriza recién castigada...
¡
Todo está en el silencio!
He
ahí tus pasos amigos de una tierra sin edad.
Y
la mujer a tu carne ceñida, igual que una ropa de llamas.
Y
un amor traslúcido como el reír de los niños
que
mataron pichones de alondra junto al Río Dios.
Todo
está en el silencio
y
en la fatiga de tus brazos.
Has
roto la ventana de un Olimpo sin risas
y
salieron los dioses en pantuflas
esgrimiendo
sus rayos de juguete...
¡De
qué metal será la palabra
que
infantilice los labios del mundo!
¡Qué
harás con tus manos de cinco tiras
en
el puente de las noches, cazador sin sueño!
Yen
el oeste un pájaro se alza:
con
el pico enhebrado de música
viene
cosiendo el traje de una edad.
*De Días como flechas, 1926
Etiquetas: Marechal
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