sábado, mayo 23, 2015

Liliana Ponce: Selección de poemas




De Trama continua (1976), Buenos Aires: Corregidor.


 1.



Este gris que se abre, que comienza en el arrobamiento,

escribe el acto de perder en el lugar presente,

como la marca de una sed a la que yo mismo había abandonado.


Pero la llama de dios es tan habitual a la araña, que desaparece.

La llama es dios y se sacia en el propio pensamiento.


No rechazaría esta baba, el único punto, estrangulado entre los restos,

recordando que no sería él el desierto, el menos vacío,

en el extremo,

un amo demente.

La Edad de Oro que expira lanza frío por encima del ojo y recorre con él.

En ningún sentido yo.

–El fuego vuelve al movimiento donde el universal es interior al ser.


Este gris espectral que se abre y llama tardíamente a una liberación,

arranca su verdadera atadura,

no absorbe la parte ciega –por estrechas vías revela la entrega imaginaria,

el poder de la muerte que durmiendo rara vez nos une.


Está en el curso de su cuerpo incluso en ruinas,

ahora tegumentos húmedos, oleosos –al mismo tiempo que el objeto se deshace

puesto en tela de juicio.



2.



Brillo de lo blanco que encandila

(nada ha caído).

Debilitamiento que demuestra que el blanco no engendra.

Otro posibilita todo.


Naturaleza –

(escribo bajo el susurro de una voz que no te ha conocido

huyendo del frío,

riesgo del amanecer, y aún desde la aguda negación).


Discontinuo, nunca llamado.

Lugar que ha ocupado el lugar ocupante.

Decía: azul encendido

nada sagrado como ella atravesando la palabra con su cuerpo.





De Composición (1984), Buenos Aires: Último Reino.




I.



¿Quién es la que así me abraza?

En un anillo fulgurante adormecía su paso de langosta,

las piedras aplastaban alas de hierro en el centro de la crisálida.


Cuando abría su vigilia

la que así me abrazaba sobre el cuerpo de sus mares,

al ascender para nosotros la seda última de la marea,

el árbol-junco desgarraba sus estrías.


La que me abrazaba expulsaba el sueño y arrastraba su corola hacia la grieta.

Una mordaza –el diente en el río del cuello,

la negación del deseo que emerge sin fin sobre la red.


A través de las noches el áspero silencio del roce del erizo,

agujas en el cuerpo único.


. IV



Señora de la noche

vuelve tu rostro, túnica negra en la ráfaga

–como un vidrio tus ojos atraviesan la luz

ahora quieta en la inmovilidad de los huesos.

Mi espera te ata en el temblor abierto en cada viaje,

mis perdidos viajes que no son.


Y en el umbral, señora, recuérdame:

las sombras se borran al separar las cabezas

y las voces retumban,

se entregan al sueño hueco.


(Frag. del Poema 8)





De Teoría de la voz y el sueño (2001), Buenos Aires: tsé-tsé.




Ritos cotidianos



 Ritos cotidianos, sobre una manta adversa, sin mancha ni alas.


Se esparcen los objetos, van como piedras vivientes,

oscuro el salón, el pozo lleno.


No había hastío –iba más allá

como un luto hecho para los relámpagos diurnos:

casa, mano, helecho.

¿Quién al fin del día?

Reglas como brazaletes,

agujas azules en la puerta.


Voy a buscar mi nombre, ahora oculto entre la fuente y el arco

–pero el arco de yeso es un pórtico para islas, saltos con andamios.


Guardiana de día, por las noches, sombra:

es mi deseo la peregrinación del árbol.

En su corteza mi historia se cubre de moho, de estiércol

–lo que fui no me obedece.


Sobre la quietud


Línea en suspenso, áurea de bruma,

espesor, oculta diafaneidad, intensidad.

Pero, ¿de qué instancia es la fuerza? ¿de qué medida?

Reminiscencia de los telones de hule de la infancia:

por fin sin miedo, sin espera.


No a la pasión (tan sólo como beso soñado).

Ausentar el cuerpo, suspenderlo –el goce del no-sentir:

he ahí la luminosidad del lenguaje que no puede pensarse.

Herida de las palabras, carbón, agujero–

las metáforas que machacan o tajean el hilillo de las voces

–cadenas.

La metáfora que reincide como maldición.


Y ahora el lenguaje como trama de muerte y de posibles,

su inasibilidad, la caducidad de lo dicho,

lo inhallable de lo escrito:

boca y voz no pueden encontrarse.



De Fudekara

(Diario de un curso de caligrafía china)




Día 1




En un rincón me senté a la luz de la lámpara. Ya era tarde y todos habían comenzado a trabajar.

Estaba el papel, estaba la tinta. Escaso silencio –pensé, mientras oía el murmullo.

Sensei me dio unas notas, y empecé a leer.




Día 2


Los signos multiplican los instantes. El signo y la repetición forman una corriente de confianza, de liberación. En esa corriente debo aprender a ahogar la ansiedad. Imagino un nuevo lugar en la mente que nace de este punto material, duro, pétreo. Es un punto inorgánico e indefinido, como lo que inicia la posibilidad. El comienzo de la posibilidad no es aún el comienzo.

Esta noche, el ojo reemplazará al oído. El ojo reemplazará a la respiración.




Día 3



El viaje de regreso ya tiene su mapa. Supervivencia en aguas de azúcar, ritmo de algas.

La tierra en la hondonada quebrándose –conocía por la cabeza, en la mente, insectos revoloteaban y recorrían la ciudad de tu mapa.

Labraba en la montaña materia de mar.


Un nuevo trópico dividiría los días –pensé. Los días al azar comenzaban otra vez, como cardúmenes de arcilla, en la costa.

Conocía por la cabeza, y deambulaba por la ciudad de tu mapa.


 *Liliana Ponce. (Buenos Aires, 1950). Egresada de la carrera de Letras de la UBA. Se dedicó a la poesía, los estudios lingüísticos y a investigar sobre el pensamiento y las religiones de Oriente, en especial los referidos a Japón. Estudia la escritura de la lengua japonesa, la que ha comenzado a traducir.
Publicó Trama continua (1er. Premio Fondo Nacional de las Artes, 1976), Composición (1984 ) y Teoría de la voz y el sueño (Ed. Tsé-Tsé, 2001), Fudekara y poesías y ensayos en diversas revistas literarias argentinas y extranjeras: Tuvo a su cargo la edición de un libro sobre teatro japonés, en el que también colaboró en su redacción, El teatro noh de Japón. Ha realizado traducciones directas de poetas clásicos japoneses publicadas en diversas revistas literarias así como ensayos sobre budismo y shintoísmo en la literatura de Japón. En calidad de miembro de ALADAA (Asoc. Latinoamericana de Estudios de Asia y Africa), de CETAA (Centro de Estudios Transdiciplinarios de Asia y Africa), de FIEB (Fundación Instituto de Estudios Budistas) y ex miembro de la Sección de Estudios de Asia y Africa de la UBA, ha participado en jornadas y congresos nacionales e internacionales y sus respectivas publicaciones.

Participó también en numerosos ciclos de lecturas poéticas, entre los que se cuentan los de La voz del Erizo (Centro Cultural Ricardo Rojas), Jornadas de Poesía del Centro Cultural San Martín, La Casa de la Poesía (Centro Cultural Babilonia) y el ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericano), en Argentina, y en encuentros en Chile, Costa Rica, México, etc. Integra antologías de poesía como Antología de poetas argentinos (Casa de las Américas, Cuba, 1994) Poetas argentinas: 1940-1950 (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2006) y Voix d’Argentine

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