Eugenia Cabral: La fuente...
A continuación, transcribimos el texto escrito por la poeta cordobesa Eugenia Cabral, texto de presentación de la antología 70 poemas (Hilos Editora, 2014), de Víctor Redondo. Agradecemos a Eugenia nos lo enviara para poder compartirlo con los lectores de este blog.
70 poemas.
Víctor Redondo. Poesía.
Hilos
Editora. Buenos Aires. 2014.
La fuente
A veces me
pregunto cómo es el tiempo, cómo funciona. Ni tan siquiera me atrevo a
reflexionar sobre qué es. Sólo intento comprender cómo sucede ese trayecto. Me
bastaría entender un poquito de los mecanismos secretos del Gran Reloj, por
cuya esfera transitamos. Y estas dudas me rodearon al leer este libro, por su calidad
de testigo o testimonio del devenir.
¿Debía recorrer
cronológicamente su versos, del 1 al 70? Primer riesgo: que Cronos, el que
siempre acecha, decidiera al fin del camino devorarnos a ambos poetas, el que
escribió y la que leía. Además, cabía la probabilidad de que Víctor Redondo hubiera
escrito mientras circulaba alrededor de
un estanque en cuyo centro se hallare la fuente de donde mana la poesía, puesto
que en el poema titulado Una frase nombra al “peregrino anónimo de la antigua
marcha”[1].
Y la antigua marcha es circular, como el giro terráqueo. Entonces, en ese vagar
en torno de un surtidor central, lo que hoy es podría devenir ayer y el pasado,
presente.
Solamente por desafiar el acecho del Cronos devorador decidí
leer en línea recta los libros de Víctor Redondo incluidos en esta antología. Recorrí
uno a uno los versos como quien da un paso tras otro, prestando oído al crujir
de los zapatos, hasta que una frase en el poema Respuesta a una impertinencia,
de Circe, detuvo mi andar. Víctor
dice allí: …“debatiendo pasión con inteligencia”… Sentí que tocaba un punto
nodal, una síntesis aprehendida en su desnudez. Es el torbellino donde hemos
visto hundirse a muchas vidas y a muchas corrientes sociales. Y sagazmente dice
“debatiendo”: el gerundio –que era el modo verbal adecuado para graficar un
extenso desarrollo- remite a la actividad del diferir, no en su acepción de
aplazar y aun menos la de divergir, sino en la de prolongar, extender.
El debate es un tipo de discurso que acude a motorizar
hechos históricos, políticos, religiosos, axiológicos. Su ausencia o su
presencia indican el grado de libertad disponible en un movimiento, en una
sociedad. Antes de emprender una estrategia o de plantear un programa, el
estadista, el héroe y hasta el funcionario debe resolver las proporciones que
asignará, respectivamente, a la pasión y a la inteligencia, previendo que siempre
bulle el caldero de la discusión entre esa dupla dialéctica.
Pero el debate entre esas coordenadas que Víctor señala se está
produciendo aquí y ahora en su
interior, en la arena subjetiva: …“creímos en cada gesto estar copulando con la
razón”...[2]
Conserva la referencia épica pero el
impulso es lírico. Debate la inteligencia, o la “codicia del conocimiento”[3],
contra la pasión, contra “el cuerpo con sus mensajes de selvas e insectos
carnívoros”[4]. Y ya en Poemas a la maga había nombrado a “esa irritación de la conciencia”,[5]
quizás describiendo el estado de la inteligencia con respecto a lo cotidiano.
Pues lo cotidiano se inserta con insistencia en sus poemas, que nombra como
“una bala circular que me asesina trescientas sesenta y cinco veces”.[6]
Es como la circularidad del estanque.
En Respuesta a una impertinencia describe así la escena del debate: “paso mis noches
arrojado (sí, como un fardo) / sobre la cama de mi sueño, allí /
donde mi querubín canta y se / estremece entre la mina de ángeles.” El
protagonista se dice abatido, pero sabemos que un poeta no lo está, puesto que
prosigue escribiendo. Entonces refiere: “Y al poner estos delirios únicos en
negro sobre blanco”… Vuelve a la impronta cartesiana que nuestras benditas
escuelas nacionales, con su racionalismo pedagógico, nos indujeron a asimilar,
junto con el himno patrio y la geometría euclidiana. Y aunque yo lo diga con
humor el tema es serio. Por algo, en Poemas
a la Maga, se habrá nombrado a sí mismo como “yo –un viejo demente de
veintitrés años-“.[7] Es que los jóvenes de nuestra generación a los
veinte años ya éramos adultos o, cuando menos, así lo consideraban la policía y
las Tres A, para aplicarnos el castigo. Porque estamos hablando de una obra
poética escrita y editada casi íntegramente bajo el terrorismo de Estado en la
Argentina, desde 1974 a 1983, y en los años siguientes a este reinado del
terror. Escrita en su patria y durante el exilio. Durante la Guerra de Malvinas
y el dolor postrero de aquella derrota.
La mecánica de exposición de contenidos que implica un
debate es todo un desafío y, si bien no es la que escoge para sus libros -Homenajes tiene tono de himnos, en Poemas a la maga y en Circe hay una profusión barroca de
musicalidades, en Mercado de ópera el
poema siempre es en prosa- su registro en este poema tiñe al resto de ellos. Es
como un derrame que ilumina y contamina hacia atrás la génesis y, hacia
adelante, la heredad. En un debate la síntesis pesa tanto como la expresividad.
Alguien va a salir ganancioso, alguien quedará cabizbajo. Se abrirán nuevas
alternativas, o se saldará una cuestión. Quedaremos decepcionados por ambos
contendientes, o alguno de ellos despertará la esperanza. Pero siempre nos
abrirá expectativas, nos despejará incógnitas. Como dice Víctor, “desde que vi
no puedo cerrar los ojos”.[8]
Por eso este breve poema escrito -en apariencia- sólo para exponer con desparpajo
algún argumento frente a cierta “impertinencia” me pareció de una dimensión
histórica, además de lírica. Ahí me resonó lo que había dicho en Poemas a la Maga de “por mí y por todos
doblan las campanas”.[9]
En cuanto al ataque o “impertinencia” cometido contra la
subjetividad, que consiste en: “Así como no puedo / reprochar a la Revolución
Francesa la destrucción del arte gótico cristiano”… me suena a la piqueta de la
Razón, “esa mujer hermosa / y estéril”[10], destruyendo las crueles sutilezas de la Fe.
Una tarea histórica de transformación que, sin embargo, adoleció de
imperfecciones evidentes al día de hoy. Y la imperfección es preocupante para
los poetas. Víctor dice: …“tampoco puedo doblar en cuatro mi camisa sin que
sobresalga una manga”. Otras manecillas que coinciden: el reloj de la Historia
demoliendo edades enteras con el de puño, en la intimidad del hogar.
Luego, para que cesen de importunar la marcha alrededor de
la fuente de la poesía, debe poner en
orden los delirios y acude a “…‘eso algo’ que llamo palabra / ‘eso algo’ que
es-cucha” (…) “impide que mi
boca se abra o nombre / todo eso que (algo
en mí) quiere terminar la
farsa”. Dice –según creo escuchar- que podría romper el debate para prorrumpir
en la pura acción. ¿O habrá vuelto a caer en aquello que, en Poemas a la Maga, definía como “esto ya
no es poesía / es una infartación de mi voz”.[11]
La reflexión sobre la palabra, la poesía, el poema, la literatura,
recorre estos poemas como buscando el inicio de un espiral. En Primer homenaje demarca
un concepto relacionado con el tema de Respuesta a una impertinencia y, además,
con la función y jerarquía de la
palabra: “Espacio de la creación donde el sí y el no se abaten / y donde la
palabra es dominio de fantasmas”.[12]
Y en La magia de la palabra su condición de erigirse en impedimento, freno, se
dice abiertamente: “bajo el filo de
la luz de mi aliento pierdo / la defensa de la fantasía / pierdo la defensa de
la poesía como ejercicio de limpieza / y las palabras me ahorcan / las palabras
duendes malditos / las palabras sin horarios / siempre dispuestas a la
masacre”.[13] La palabra, ese don de
luz concebido en la tradición judeocristiana como atributo divino, anterior a
la humanidad y también origen de ella, requiere de nuestra adhesión a un
ordenamiento, a una estructura, que no es el de la poesía aunque ésta se
construya también con “palabras”. Las articulaciones mecánicas y convencionales
del lenguaje, en lugar de las fusiones, simbiosis, sincretismos, de la poesía.
En la Tercera parte de ese poema, describe: “porque la vida es sólo una / y
sobre ella se lanza la jauría de palabras”.[14]
La querella, el debate, entre las palabras y el poema es
aquí rotunda. Dice en Primer Homenaje que “no hay Literatura, no hay estilo: /
la palabra es una pasión enloquecida.”[15]
El círculo del estanque alrededor del cual fisgoneamos los poetas deseando ser
alcanzados aunque sea por unas gotas asperjadas desde la fuente de la poesía,
se cierra ahí, en la pasión enloquecida.
Durante la lectura de 70 Poemas creí ver –pues todo esto que
digo es apenas visión, versión de lo leído- un paisaje instalado por el
desarrollo del debate mencionado, como se puede seguir el derrotero de una
gesta por los indicios y reliquias que ha ido depositando sobre un mapa. La
pasión, efusiva por esencia, extiende y reitera muescas verbales. Víctor
Redondo habla en diversos poemas de erotismo y de muerte, locura,
monstruosidad, aniquilación, desatinos, infierno, “lo macabro”, ceguera, extinción,
suicidio, espejos hechos triza o deformantes, “tumbas infinitas”, repetición, tinieblas,
cenizas, obsesión, pantano, desnudez, abyección, fracaso, “pájaros muertos”,
“cielo negro, vacío”. En cambio, la inteligencia va enunciando con fórmulas
sintéticas y habla de entendimiento, sabiduría, visión, luz, Historia, ironía. En Uno, señala: “Luchas con lo oscuro
(…) en una noche que no es
tuya”.[16]
Ahora bien, ¿es posible dejar en suspenso, en stand by, diferir
–en el sentido de aplazar- sino los términos, al menos la agotadora actividad
del debatir? En su Décimo homenaje, Redondo habla de “el diálogo eternamente inconcluso”.[17]
¿Resulta posible diferirlo, cuando el debate es interno? Porque en Poemas a la Maga había observado que “el
pensar es sufrimiento. / He aquí el límite de los sentidos. / Y prefiero esto a
cualquier explicación”.[18]
Ese diferir del debate acuciante, del pensar que es sufrimiento, instala su pausa en los momentos de
tránsito, de traslado desde un sitio geográfico a otro, incluso cuando los
“objetos” transportados sean tan densos como los de Tráfico pesado, en Circe. Al no hallarse en un extremo
crítico ni en otro, al no ser sino estar yendo
desde uno a otro punto, el viaje oficia de interrupción de una actividad
mediante la práctica de otra actividad. Los gerundios viajando o transitando
podrían acoplarse al “debatiendo”, a su peso e importancia de transcurso de una
épica relatada en clave de lírica, o viceversa.
En Homenajes hay
una hipótesis del trayecto que condensa periplo y esencia: “¿No estaremos
caminando sobre la imagen que nuestro cuerpos dibujan sobre el mundo?”[19] Y Víctor va viviendo las travesías con el
vértigo de la juventud del siglo veinte, “esa bala perdida en el corazón de las
ciudades”,[20] a lo beat generation, a
toda velocidad por la carretera. Así lo retrata en Balada para Tinieblas:
“gimiendo sobre el lomo opaco de las autopistas / arrastrados besando el lomo
opaco de las autopistas / que no nos atrapen los barrocos gestos del mundo / hacia la muerte”.[21]
Y en el siguiente poema habla de “El tren de medianoche de mi mente”.[22] Pero también explicita: …”lo mío (…) es un viaje hacia el comienzo de todo /
es una visión hacia atrás”…[23]
Y hacia atrás las derrotas que supimos concebir: “Somos peregrinos de un
ejército perdido. / Somos peregrinos y
por ahora / la inmensidad vence”.[24]
El eco borgiano del Poema conjetural (“ya los bárbaros vencen”) se desprende de
su axioma. Es un eco histórico, no tan sólo literario. Pero Víctor Redondo abre
el portal de la inmensidad, desafía con la solidez de los románticos aquel
destino ineluctable.
En Canto pagano, último poema de Circe, anuncia: “por el camino de su
sombra llega el hijo de la luz / Sus ramos de flores negras crepitan como
danzas El ojo resplandece.”
Agosto de 2014
[1] De Una frase, en Circe.
[2] De “Balada para tinieblas”, en Poemas a la Maga.
[3] De “Los jóvenes maestros. Tres”.
[4] De “Mira, estoy viviendo”, en Poemas a la Maga.
[5] De “Mira, estoy viviendo” I, en Poemas
a la maga.
[6] De “Magia de la palabra”, en Poemas a la Maga.
[8] De “Magia de la palabra”, en Poemas a la Maga.
[9] De Camino paralelo o cómo desemboco
en Hart Crane, en Poemas a la Maga.
[12] De Primer homenaje, en Homenajes.
[13] De Magia de la palabra, en Poemas a la Maga.
[14] De Magia de la palabra, en Poemas a la Maga.
[15] De Primer Homenaje, en Homenajes.
[16] De Uno, en “Intermedio. Rituales
secretos”, de Homenajes.
[17] De Décimo homenaje, en Homenajes.
[18] De “Mira, estoy viviendo” V, en Poemas
a la maga.
[19] De Cuarto homenaje, III, en Homenajes.
[21] De “Balada para
tinieblas”, en Poemas a la Maga.
[22] De “Magia de la
palabra”, en Poemas a la Maga.
[23] De “Mira, estoy
viviendo”, en Poemas a la Maga”.
[24] De “Los jóvenes
maestros”.
*Eugenia Cabral (Córdoba, Argentina,
1954). Fundó junto a otros poetas el grupo literario “Raíz y Palabra”. Dirigió Ediciones Mediterráneas y la revista Imagin Era – La Creación Literaria . Colaboró en el suplemento cultural de “ La Voz del
Interior”. Ha coordinado talleres literarios. Formó parte del núcleo fundador
de la Primera Feria del Libro. Presidió la delegación Córdoba de la Sociedad de
Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA).
Publicó: “La almohada que no duerme”(relatos, 1999), y en poesía“El
buscador de soles”, “Iras y fuegos – Al margen de los tiempos”,“Cielos
y barbaries”, “Tabaco” , “En este nombre
y en este cuerpo”, entre otros libros.
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