martes, agosto 19, 2014

Eugenia Cabral: La fuente...

A continuación, transcribimos el texto escrito por la poeta cordobesa Eugenia Cabral, texto de  presentación de la antología 70 poemas (Hilos Editora, 2014), de Víctor Redondo. Agradecemos a Eugenia nos lo enviara para poder compartirlo con los lectores de este blog.



70 poemas. Víctor Redondo. Poesía.
Hilos Editora. Buenos Aires. 2014.

La fuente

A veces me pregunto cómo es el tiempo, cómo funciona. Ni tan siquiera me atrevo a reflexionar sobre qué es. Sólo intento comprender cómo sucede ese trayecto. Me bastaría entender un poquito de los mecanismos secretos del Gran Reloj, por cuya esfera transitamos. Y estas dudas me rodearon al leer este libro, por su calidad de testigo o testimonio del devenir.
¿Debía  recorrer cronológicamente su versos, del 1 al 70? Primer riesgo: que Cronos, el que siempre acecha, decidiera al fin del camino devorarnos a ambos poetas, el que escribió y la que leía. Además, cabía la probabilidad de que Víctor Redondo hubiera escrito mientras  circulaba alrededor de un estanque en cuyo centro se hallare la fuente de donde mana la poesía, puesto que en el poema titulado Una frase nombra al “peregrino anónimo de la antigua marcha”[1]. Y la antigua marcha es circular, como el giro terráqueo. Entonces, en ese vagar en torno de un surtidor central, lo que hoy es podría devenir ayer y el pasado, presente.
Solamente por desafiar el acecho del Cronos devorador decidí leer en línea recta los libros de Víctor Redondo incluidos en esta antología. Recorrí uno a uno los versos como quien da un paso tras otro, prestando oído al crujir de los zapatos, hasta que una frase en el poema Respuesta a una impertinencia, de Circe, detuvo mi andar. Víctor dice allí: …“debatiendo pasión con inteligencia”… Sentí que tocaba un punto nodal, una síntesis aprehendida en su desnudez. Es el torbellino donde hemos visto hundirse a muchas vidas y a muchas corrientes sociales. Y sagazmente dice “debatiendo”: el gerundio –que era el modo verbal adecuado para graficar un extenso desarrollo- remite a la actividad del diferir, no en su acepción de aplazar y aun menos la de divergir, sino en la de prolongar, extender.
El debate es un tipo de discurso que acude a motorizar hechos históricos, políticos, religiosos, axiológicos. Su ausencia o su presencia indican el grado de libertad disponible en un movimiento, en una sociedad. Antes de emprender una estrategia o de plantear un programa, el estadista, el héroe y hasta el funcionario debe resolver las proporciones que asignará, respectivamente, a la pasión y a la inteligencia, previendo que siempre bulle el caldero de la discusión entre esa dupla dialéctica.
Pero el debate entre esas coordenadas que Víctor señala se está produciendo aquí y ahora en su interior, en la arena subjetiva: …“creímos en cada gesto estar copulando con la razón”...[2]  Conserva la referencia épica pero el impulso es lírico. Debate la inteligencia, o la “codicia del  conocimiento”[3], contra la pasión, contra “el cuerpo con sus mensajes de selvas e insectos carnívoros”[4]. Y ya en Poemas a la maga había nombrado a “esa irritación de la conciencia”,[5] quizás describiendo el estado de la inteligencia con respecto a lo cotidiano. Pues lo cotidiano se inserta con insistencia en sus poemas, que nombra como “una bala circular que me asesina trescientas sesenta y cinco veces”.[6] Es como la circularidad del estanque.


En Respuesta a una impertinencia describe así la escena del debate: “paso mis noches arrojado (sí, como un fardo) / sobre la cama de mi sueño, allí / donde mi querubín canta y se / estremece entre la mina de ángeles.” El protagonista se dice abatido, pero sabemos que un poeta no lo está, puesto que prosigue escribiendo. Entonces refiere: “Y al poner estos delirios únicos en negro sobre blanco”… Vuelve a la impronta cartesiana que nuestras benditas escuelas nacionales, con su racionalismo pedagógico, nos indujeron a asimilar, junto con el himno patrio y la geometría euclidiana. Y aunque yo lo diga con humor el tema es serio. Por algo, en Poemas a la Maga, se habrá nombrado a sí mismo como “yo –un viejo demente de veintitrés años-“.[7]  Es que los jóvenes de nuestra generación a los veinte años ya éramos adultos o, cuando menos, así lo consideraban la policía y las Tres A, para aplicarnos el castigo. Porque estamos hablando de una obra poética escrita y editada casi íntegramente bajo el terrorismo de Estado en la Argentina, desde 1974 a 1983, y en los años siguientes a este reinado del terror. Escrita en su patria y durante el exilio. Durante la Guerra de Malvinas y el dolor postrero de aquella derrota.
La mecánica de exposición de contenidos que implica un debate es todo un desafío y, si bien no es la que escoge para sus libros -Homenajes tiene tono de himnos, en Poemas a la maga y en Circe hay una profusión barroca de musicalidades, en Mercado de ópera el poema siempre es en prosa- su registro en este poema tiñe al resto de ellos. Es como un derrame que ilumina y contamina hacia atrás la génesis y, hacia adelante, la heredad. En un debate la síntesis pesa tanto como la expresividad. Alguien va a salir ganancioso, alguien quedará cabizbajo. Se abrirán nuevas alternativas, o se saldará una cuestión. Quedaremos decepcionados por ambos contendientes, o alguno de ellos despertará la esperanza. Pero siempre nos abrirá expectativas, nos despejará incógnitas. Como dice Víctor, “desde que vi no puedo cerrar los ojos”.[8] Por eso este breve poema escrito -en apariencia- sólo para exponer con desparpajo algún argumento frente a cierta “impertinencia” me pareció de una dimensión histórica, además de lírica. Ahí me resonó lo que había dicho en Poemas a la Maga de “por mí y por todos doblan las campanas”.[9]


En cuanto al ataque o “impertinencia” cometido contra la subjetividad, que consiste en: “Así como no puedo / reprochar a la Revolución Francesa la destrucción del arte gótico cristiano”… me suena a la piqueta de la Razón, “esa mujer hermosa / y estéril”[10],  destruyendo las crueles sutilezas de la Fe. Una tarea histórica de transformación que, sin embargo, adoleció de imperfecciones evidentes al día de hoy. Y la imperfección es preocupante para los poetas. Víctor dice: …“tampoco puedo doblar en cuatro mi camisa sin que sobresalga una manga”. Otras manecillas que coinciden: el reloj de la Historia demoliendo edades enteras con el de puño, en la intimidad del hogar.
Luego, para que cesen de importunar la marcha alrededor de la fuente de la poesía, debe poner en orden los delirios y acude a “…‘eso algo’ que llamo palabra / ‘eso algo’ que es-cucha” (…) “impide que mi boca se abra o nombre / todo eso que (algo en mí) quiere terminar la farsa”. Dice –según creo escuchar- que podría romper el debate para prorrumpir en la pura acción. ¿O habrá vuelto a caer en aquello que, en Poemas a la Maga, definía como “esto ya no es poesía / es una infartación de mi voz”.[11]


La reflexión sobre la palabra, la poesía, el poema, la literatura, recorre estos poemas como buscando el inicio de un espiral. En Primer homenaje demarca un concepto relacionado con el tema de Respuesta a una impertinencia y, además, con la  función y jerarquía de la palabra: “Espacio de la creación donde el sí y el no se abaten / y donde la palabra es dominio de fantasmas”.[12] Y en La magia de la palabra su condición de erigirse en impedimento, freno, se dice abiertamente: “bajo el filo de la luz de mi aliento pierdo / la defensa de la fantasía / pierdo la defensa de la poesía como ejercicio de limpieza / y las palabras me ahorcan / las palabras duendes malditos / las palabras sin horarios / siempre dispuestas a la masacre”.[13] La palabra, ese don de luz concebido en la tradición judeocristiana como atributo divino, anterior a la humanidad y también origen de ella, requiere de nuestra adhesión a un ordenamiento, a una estructura, que no es el de la poesía aunque ésta se construya también con “palabras”. Las articulaciones mecánicas y convencionales del lenguaje, en lugar de las fusiones, simbiosis, sincretismos, de la poesía. En la Tercera parte de ese poema, describe: “porque la vida es sólo una / y sobre ella se lanza la jauría de palabras”.[14] 
La querella, el debate, entre las palabras y el poema es aquí rotunda. Dice en Primer Homenaje que “no hay Literatura, no hay estilo: / la palabra es una pasión enloquecida.”[15] El círculo del estanque alrededor del cual fisgoneamos los poetas deseando ser alcanzados aunque sea por unas gotas asperjadas desde la fuente de la poesía, se cierra ahí, en la pasión enloquecida.



 Durante la lectura de 70 Poemas creí ver –pues todo esto que digo es apenas visión, versión de lo leído- un paisaje instalado por el desarrollo del debate mencionado, como se puede seguir el derrotero de una gesta por los indicios y reliquias que ha ido depositando sobre un mapa. La pasión, efusiva por esencia, extiende y reitera muescas verbales. Víctor Redondo habla en diversos poemas de erotismo y de muerte, locura, monstruosidad, aniquilación, desatinos, infierno, “lo macabro”, ceguera, extinción, suicidio, espejos hechos triza o deformantes, “tumbas infinitas”, repetición, tinieblas, cenizas, obsesión, pantano, desnudez, abyección, fracaso, “pájaros muertos”, “cielo negro, vacío”. En cambio, la inteligencia va enunciando con fórmulas sintéticas y habla de entendimiento, sabiduría, visión, luz, Historia,  ironía. En Uno, señala: “Luchas con lo oscuro (…) en una noche que no es tuya”.[16]                                 
Ahora bien, ¿es posible dejar en suspenso, en stand by, diferir –en el sentido de aplazar- sino los términos, al menos la agotadora actividad del debatir? En su Décimo homenaje, Redondo habla de “el diálogo eternamente inconcluso”.[17] ¿Resulta posible diferirlo, cuando el debate es interno? Porque en Poemas a la Maga había observado que “el pensar es sufrimiento. / He aquí el límite de los sentidos. / Y prefiero esto a cualquier explicación”.[18]
Ese diferir del debate acuciante, del pensar que es sufrimiento, instala su pausa en los momentos de tránsito, de traslado desde un sitio geográfico a otro, incluso cuando los “objetos” transportados sean tan densos como los de Tráfico pesado, en Circe. Al no hallarse en un extremo crítico ni en otro, al no ser sino estar yendo desde uno a otro punto, el viaje oficia de interrupción de una actividad mediante la práctica de otra actividad. Los gerundios viajando o transitando podrían acoplarse al “debatiendo”, a su peso e importancia de transcurso de una épica relatada en clave de lírica, o viceversa.
En Homenajes hay una hipótesis del trayecto que condensa periplo y esencia: “¿No estaremos caminando sobre la imagen que nuestro cuerpos dibujan sobre el mundo?”[19]  Y Víctor va viviendo las travesías con el vértigo de la juventud del siglo veinte, “esa bala perdida en el corazón de las ciudades”,[20] a lo beat generation, a toda velocidad por la carretera. Así lo retrata en Balada para Tinieblas: “gimiendo sobre el lomo opaco de las autopistas / arrastrados besando el lomo opaco de las autopistas / que no nos atrapen los barrocos gestos del mundo / hacia la muerte”.[21] Y en el siguiente poema habla de “El tren de medianoche de mi mente”.[22]  Pero también explicita: …”lo mío (…) es un viaje hacia el comienzo de todo / es una visión hacia atrás”…[23] Y hacia atrás las derrotas que supimos concebir: “Somos peregrinos de un ejército perdido.  / Somos peregrinos y por ahora / la inmensidad vence”.[24] El eco borgiano del Poema conjetural (“ya los bárbaros vencen”) se desprende de su axioma. Es un eco histórico, no tan sólo literario. Pero Víctor Redondo abre el portal de la inmensidad, desafía con la solidez de los románticos aquel destino ineluctable. 
En Canto pagano, último poema de Circe, anuncia: “por el camino de su sombra llega el hijo de la luz / Sus ramos de flores negras crepitan como danzas El ojo resplandece.”

                                                                                                                     Agosto de 2014


[1] De Una frase, en Circe.
[2] De “Balada para tinieblas”, en Poemas a la Maga.
[3] De “Los jóvenes maestros. Tres”.
[4] De “Mira, estoy viviendo”, en Poemas a la Maga.
[5] De “Mira, estoy viviendo” I, en  Poemas a la maga.
[6] De “Magia de la palabra”, en Poemas a la Maga.
[7] De “Mira, estoy viviendo” I, en  Poemas a la Maga.
[8] De “Magia de la palabra”, en Poemas a la Maga.
[9] De Camino paralelo o cómo desemboco en Hart Crane, en Poemas a la Maga.
[10] De “Magia de la palabra”, en Poemas a la Maga.
[11] De “Mira, estoy viviendo” V, en  Poemas a la maga.
[12] De Primer homenaje, en Homenajes.
[13] De Magia de la palabra, en Poemas a la Maga.
[14] De Magia de la palabra, en Poemas a la Maga.
[15] De Primer Homenaje, en Homenajes.
[16] De Uno, en “Intermedio. Rituales secretos”, de Homenajes.
[17] De Décimo homenaje, en Homenajes.
[18] De “Mira, estoy viviendo” V, en  Poemas a la maga.
[19] De Cuarto homenaje, III, en Homenajes.
[20] De “Mira, estoy viviendo” I, en  Poemas a la maga.
[21] De “Balada para tinieblas”, en Poemas a la Maga.
[22] De “Magia de la palabra”, en Poemas a la Maga.
[23] De “Mira, estoy viviendo”, en Poemas a la Maga”.
[24] De “Los jóvenes maestros”.

*Eugenia Cabral  (Córdoba, Argentina, 1954).  Fundó junto a otros  poetas el grupo literario “Raíz y Palabra”.  Dirigió Ediciones Mediterráneas y  la revista Imagin Era – La Creación Literaria . Colaboró  en el suplemento cultural de “ La Voz del Interior”. Ha coordinado talleres literarios. Formó parte del núcleo fundador de la Primera Feria del Libro. Presidió la delegación Córdoba de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Publicó:  “La almohada que no duerme”(relatos, 1999), y en poesía“El buscador de soles”“Iras y fuegos – Al margen de los tiempos”,“Cielos y barbaries”“Tabaco” , “En este nombre y en este cuerpo”, entre otros libros.

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