Teresa Colom: Me aparto un hilo de araña de la cara...
***
Un león parece un león.
Una araña parece una araña.
Pero detrás de los ojos de un hombre te puede estar mirando
cualquiera.
Me han dicho palabras
que se enredaron al cuello
y han serpenteado en mis cabellos.
A menudo he parecido más feliz
de lo que era.
Las sonrisas atraen el veneno de las serpientes.
***
Me aparto un hilo de
araña de la cara.
Lo he hecho tantas veces, como si yo no fuese
la araña muerta.
Morir tantas veces en el tiempo y no hacer caso.
Cuántas estrellas lanzamos al cielo
que, todavía calientes, vuelven a caernos encima.
Tantas que ni nos agachamos a recogerlas,
que ni nos apercibimos que vivimos
lanzando al cielo
las estrellas que conforman nuestro suelo.
Y entre los pilares corre aire.
No decimos decepción, decimos soledad.
***
Hacia falta un cuerpo, como la urna para las cenizas
para que no se dispersasen,
para que no se fundiesen con las cenizas de los mares, de los árboles,
de los otros.
Porque cuando la mano fuese a tocar, la mano estuviese
y fuese de alguien.
Porque los vivos no fuesen los muertos
y los muertos hubiesen existido.
Porque no se pudiera optar por no ser nada.
Porque en la oscuridad la mirada fuese hacia fuera
y afuera hubiese tierra y estrellas.
Hacía falta un cuerpo
pero para contener no sé qué.
***
Ayer ya tenía los ojos abiertos
y hoy tengo muchas historias que comienzan y acaban.
Cada una engarzada en la que llega
y todas en mí.
Ahora son inalterables como la expresión de una muñeca.
Muñecas que continúan de pie
en los estantes de una habitación
que dejó de ser mía hace tiempo.
Las hay de épocas oscuras
y de las épocas oscuras muchas ríen
y me extraño
pero recuerdo aquellas carcajadas.
¿Era feliz?
Reía como los colores insólitos tomados por una flor
forzada a sobrevivir.
*De On tot és vidre, Pagès Editors, Lleida, 2009. Trad. Concha García.
Lo he hecho tantas veces, como si yo no fuese
la araña muerta.
Morir tantas veces en el tiempo y no hacer caso.
Cuántas estrellas lanzamos al cielo
que, todavía calientes, vuelven a caernos encima.
Tantas que ni nos agachamos a recogerlas,
que ni nos apercibimos que vivimos
lanzando al cielo
las estrellas que conforman nuestro suelo.
Y entre los pilares corre aire.
No decimos decepción, decimos soledad.
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Hacia falta un cuerpo, como la urna para las cenizas
para que no se dispersasen,
para que no se fundiesen con las cenizas de los mares, de los árboles,
de los otros.
Porque cuando la mano fuese a tocar, la mano estuviese
y fuese de alguien.
Porque los vivos no fuesen los muertos
y los muertos hubiesen existido.
Porque no se pudiera optar por no ser nada.
Porque en la oscuridad la mirada fuese hacia fuera
y afuera hubiese tierra y estrellas.
Hacía falta un cuerpo
pero para contener no sé qué.
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Ayer ya tenía los ojos abiertos
y hoy tengo muchas historias que comienzan y acaban.
Cada una engarzada en la que llega
y todas en mí.
Ahora son inalterables como la expresión de una muñeca.
Muñecas que continúan de pie
en los estantes de una habitación
que dejó de ser mía hace tiempo.
Las hay de épocas oscuras
y de las épocas oscuras muchas ríen
y me extraño
pero recuerdo aquellas carcajadas.
¿Era feliz?
Reía como los colores insólitos tomados por una flor
forzada a sobrevivir.
*De On tot és vidre, Pagès Editors, Lleida, 2009. Trad. Concha García.
*Estos poemas fueron publicados en el sitio de facebook del poeta Jonio González, de allí los extractamos.
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