miércoles, noviembre 07, 2012

T.S.Eliot: Canto de amor de J. Alfred Prufrock




Traducción de Pablo Ingberg:


S’io credessi che mia risposta fosse
a persona che mai tornasse al mondo,
questa fiamma staria senza più scosse.
Ma per ciò che giammai di questo fondo
non tornò vivo alcun, s’i’odo il vero,
senza tema d’infamia ti rispondo.

Vayamos pues, tú y yo,
Cuando el crepúsculo se extiende contra el cielo
Como un paciente eterizado en una mesa;
Vayamos, por algunas calles semidesiertas,
Murmurantes refugios
De noches mal dormidas en hoteles de paso
Y restaurantes con serrín y restos de ostras:
Calles que continúan como una discusión aburridísima
Con el propósito insidioso
De conducirte a una pregunta abrumadora...
Ah, no preguntes, “¿Cuál es?”
Vayámonos a hacer nuestra visita.




En la sala las mujeres van y vienen
Mientras conversan sobre Miguel Ángel.


La niebla amarillenta que restriega su lomo en las ventanas,
El humo amarillento que restriega su hocico en las ventanas,
Sacó la lengua hacia las varias esquinas del crepúsculo,
Se demoró sobre los charcos estancados en torno a los desagües,
Dejó caer sobre su lomo el hollín que hacen caer las chimeneas,
Se deslizó por la terraza, dio un salto repentino,
Y al ver que era una suave nochecita de octubre,
Se enruló en torno a la casa, y se quedó dormido.


Y por cierto habrá tiempo
Para el humo amarillento que resbala a lo largo de la calle
Restregándose el lomo en las ventanas;
Habrá tiempo, habrá tiempo
De preparar una cara para encontrar las caras que te encuentras;
Habrá tiempo de matar y de crear,
Y tiempo para todos los días de las manos
Que levantan y vuelcan en tu plato una pregunta;

Tiempo para ti y tiempo para mí,
Y tiempo todavía para cien indecisiones
Y tiempo para cien visiones y revisiones
Antes de dedicarse a la tostada y el té.

En la sala las mujeres van y vienen
Mientras conversan sobre Miguel Ángel.


Y por cierto habrá tiempo
De preguntar, “¿Me atrevo?” y, “¿Me atrevo?”
Tiempo de volverse y bajar las escaleras,
Con un claro de calvicie en medio de mi pelo
(Dirán: “¡Cómo le está raleando el pelo!”)
Mi saco, el cuello duro subiéndoseme firme a la barbilla,
Mi corbata cara y sobria, pero sujeta por un simple alfiler
(Dirán: “¡Pero qué flacos sus brazos y sus piernas!”)
¿Me atrevo a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
Para decisiones y revisiones que un minuto habrá de revertir.




Pues las he conocido ya todas, conocido todas
He conocido los crepúsculos, mañanas, tardes,
He medido mi vida en cucharitas de café;
Yo conozco las voces que agonizan en caída agonizante
Bajo la música de un cuarto alejado.
¿Cómo pues aventurarme?

Y he conocido ya los ojos, conocido todos
Los ojos que te fijan a una fórmula,
Y una vez formulado, repantigándome en un alfiler,
Una vez ya pinchado a la pared y retorciéndome,
¿Cómo empezar entonces
A escupir todas las colillas de mis días y vías?
¿Y cómo aventurarme?

Y he conocido ya los brazos, conocido todos
Los brazos enjoyados y blancos y desnudos
(Pero a la luz de la lámpara, ¡con un vello castaño!)
¿Es el perfume acaso de un vestido
Lo que me impulsa así a la digresión?
Los brazos que reposan a lo largo de la mesa, o se envuelven en un chal.
¿Y habría pues de aventurarme?
¿Y cómo comenzar?


Voy a decir, pasé al oscurecer por unas calles angostas
Y miré el humo que sube de las pipas
De hombres solos en mangas de camisa, asomados a ventanas?...


Yo debiera haber sido un par de garras deshechas
que barrenara el fondo de mares silenciosos.
. . . . .

Y la tarde, el crepúsculo, ¡duerme tan plácidamente!
Alisada por unos largos dedos,
Dormida... fatigada... o finge estar enferma,
Estirada en el piso, aquí junto a nosotros.
¿Habría, tras el té y las masas y el helado,
De tener el valor de forzar el momento hasta su crisis?
Pero aunque yo he llorado y ayunado, llorado y rezado,
Aunque vi mi cabeza (ligeramente calva) traída en una bandeja,
No soy ningún profeta y esto no es gran cosa;
He visto mi momento de grandeza parpadear como una llama,
Y he visto al eterno Lacayo sostenerme el abrigo, y reír entre dientes,
Y en suma, tuve miedo.


¿Y acaso habría valido al fin la pena, sí, después de todo,
Después ya de las tazas, la mermelada, el té,
Entre la porcelana, entre un poco de charla tuya y mía,
Acaso habría valido al fin la pena,
Haber cortado de un mordisco la cuestión mediante una sonrisa,
Haber aprisionado el universo hasta hacerlo una bola
Para echarlo a rodar hacia alguna pregunta abrumadora,
Para decir: “Soy Lázaro, venido aquí de entre los muertos,
Vuelto para contarles todo a ustedes, voy a contarles todo”
Si alguna, acomodándose una almohada junto a la cabeza
Dijera: “Eso no es lo que quise decir en absoluto.
No es eso, en absoluto”?


¿Y acaso habría valido al fin la pena, sí, después de todo,
Acaso habría valido al fin la pena,
Después de los ocasos y jardines y las calles regadas,
Después de las novelas, de las tazas de té, después de las polleras que se
arrastran por el suelo
Y esto, y tanto más?
¡Imposible decir exactamente lo que quiero decir!

Pero como si arrojara una linterna mágica los nervios en gráficos contra
una pantalla:
¿Acaso habría valido al fin la pena
Si alguna, acomodándose una almohada o arrojando un chal,
Y girando en dirección a la ventana, dijera:
“No es eso en absoluto,
No es eso lo que quise decir, en absoluto.”?

. . . . .
¡No! Yo no soy ningún príncipe Hamlet, y no se suponía que lo fuera;
Soy un noble del séquito, alguno que podrá
rellenar un desarrollo, iniciar una escena o tal vez dos,
Aconsejar al príncipe; sin duda, un instrumento fácil,
Deferente, contento de ser útil,
Cauto, político, y meticuloso;
Lleno de frases elevadas, pero un poco obtuso;
A veces, la verdad, casi ridículo
Casi, a veces, el Bufón.

Envejezco... Envejezco...
Tendré que arremangar mis pantalones.

¿Tendré que repartir mi pelo desde atrás? ¿Me atrevo a comerme un
durazno?
Voy a ponerme pantalones blancos de franela, y caminar por la playa.
He escuchado cantar a las sirenas, entre ellas.

Yo no creo que vayan a cantar para mí.

Las he visto cabalgar mar adentro las olas
Peinando el pelo blanco de las olas soplado hacia atrás
Cuando el viento sopla el agua blanca y negra.
Nos hemos demorado en las cámaras del mar
Junto a muchachas del mar coronadas de algas rojas y castañas
Hasta que nos despierten unas voces humanas, y nos ahoguemos.


*Material extractado de: http://www.pabloingberg.com.ar/pdf/traduccion-breves/Eliot-Prufrock2.pdf

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