viernes, diciembre 16, 2011

Alberto Caeiro/Fernando Pessoa

"No podrá decirse que son anónimas ni seudónimas, pues en realidad no lo son. La obra seudónima es la del autor en su personalidad, salvo en el nombre con que firma; la heterónima es del autor fuera de su personalidad, es de una individualidad completa fabricada por él, como si fueran los parlamentos de cualquier personaje, de cualquier drama suyo..."

Fernando Pessoa: Carta sobre la génesis de los heterónimos


A continuación transcribimos un poema de Alberto Caeiro, heterónimo del poeta portugués Fernando Pessoa, incluido en el libro El pastor (Véase Pessoa Poemas, Fabril Editora, Buenos Aires, 1961, traducc. Rodolfo Alonso). 


XXXII

Ayer por la tarde un hombre de ciudad
hablaba a la puerta de la posada.
Hablaba conmigo también.
Hablaba de la justicia y de la lucha para que
            haya justicia
y de los obreros que sufren,
y del trabajo constante, y de los que tienen
           hambre,
y de los ricos, que sólo tienen costillas para eso.

Y, mirándome, vio lágrimas en mis ojos
y sonrió con agrado, juzgando que yo sentía
el odio que él sentía, y la compasión
            que él decía sentir.

(Pero yo mal lo estaba oyendo.
¿Qué me importa a mí de los hombres
y lo que sufren o suponen que sufren?
Sean como yo: no sufrirán.
Todo el mal del mundo viene de importarnos
           los unos a los otros,
de querer hacer bien, de querer hacer mal.
Nuestra alma y el cielo y la tierra nos bastan,
           querer más es perder esto, y ser infeliz).

En lo que yo estaba pensando
cuando el amigo de la gente hablaba
(y eso me conmovió hasta las lágrimas),
era en cómo el murmullo lejano de los cencerros 
          en aquel atardecer
no parecían las campanas de una capilla
          pequeñita,
donde fuesen a misa las flores y los arroyos
y las almas simples como la mía.

(Alabado sea Dios que no soy bueno,
y tengo el egoísmo natural de las flores
y de los ríos que siguen su camino
preocupados sin saberlo
sólo en florecer y en ir corriendo.
Esa es la única misión en el mundo,
esa: existir claramente,
y saber hacerlo sin pensar en ello.)

Y el hombre se calló, mirando el poniente.
¿Pero qué tiene que ver con el poniente quien
             odia y ama? 



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