lunes, julio 26, 2010

Luis Thonis*: Seppuku, Osvaldo Lamborghini y Yukio Mishima


Osvaldo Lamborghini escenificó la Argentina como la repetición de una causa justa, en dos relatos ejemplares: El fiord y La causa justa. Son historias que mal terminan, es decir, que no acaban y continúan produciendo efectos.

En La causa justa, irrumpe un personaje inédito en la literatura argentina, Tokuro, que pide se cumpla literalmente un imperativo impuesto en nombre de un inexistente Emperador y termina ofrendando sus propias entrañas, luego de matar a quien ama.

En La causa justa hay un sistema basado en la alegoría: el partido de fútbol equivale a la guerra de Malvinas, el desafío bravucón de Jansky a Tokuro a la declaración de la guerra, el director de la empresa a la clase dirigente que ciegamente se plegó al entusiasmo de colectivo por la decisión de los militares. Todo en nombre del patriotismo: la indiferencia de todos los integrantes de la empresa ante la muerte de Jansky que se jugó por sus compañeros es una alegoría parcial de cuando, tras la derrota, la sociedad en su conjunto se muestra indiferente ante los jóvenes que la sobrevivieron como si quisieran borrarlos de la memoria.

Tokuro había querido alistarse en la guerra de Malvinas porque le tomó afecto al país, la consideró una causa justa pero no advierte que la llanura está sembrada en una doble moral: sujetos que no creen en nada pero son presas de una religión, la "ideología argentina", representada por el sostenido grito a tontas y a locas de ¡Argentina, Argentina, Argentina! que termina en catástrofe.

La causa justa presenta a la Argentina como llanura de los chistes. Es sabido que la mejor de las bromas no es un chiste si un tercero no lo sanciona como tal. También conceptos disparatados o demagógicos.

En la Argentina, enunciados que deberían hacer morir a carcajadas, por ejemplo, la supuesta "justicia distributiva" de Rodolfo Barra que da lugar a la llamada patria contratista y que es invocada en las expropiaciones de 2002 en clave progresista, o cuando el gobierno en el 2007 prometía "mejorar la calidad institucional" son tomados en serio, cuando es evidente que ya se obraba en sentido contrario, o cuando se afirman disparates económicos como "la inflación promueve el crecimiento" o que los costos de producción determinan los precios y no los precios los costos.

La inmensa credulidad que es el aire asfixiante de la llanura y el escepticismo total es su resultante: estos disparates que afectan la vida de millones de personas no encuentran un tercero, una "ley", que los sancione como tales, son tomados en serio por quienes no toman nada en serio y finalmente irrumpe un Tokuro como si la muerte en persona viniera a sancionarlos.En La causa justa la narración trata de un partido tipo casados contra solteros donde participan directivos y empleados de una empresa que podría llamarse Argentina. Todo ocurre entre hombres, pero como mostró ya Jean Genet, cuando todos son hombres alguien hace siempre las veces de mujer. Las nalgas del arquero son la causa aparente de que la llanura de los chistes se encamine hacia el desmadre.Para desgracia de los chistosos, Tokuro, el ingeniero electrónico, es quien en la jerga corriente se llama un hombre de códigos. Y qué códigos: el arte del karate y la senda del bushido en las cuales uno se inicia como ya muerto antes de haber vivido.

En la horda de El fiord (1969) asistimos a la génesis de un nuevo rostro lo que llamaremos "ideología argentina", en el sentido de que no hay ideología brasilera, uruguaya o chilena. Ahí coexisten extremos que van del nacional socialismo y al socialismo nacional, representantes del sindicalismo gordo, las fuerzas armadas y la guerrilla, los ultras de izquierda y derecha que al grito de "No Seremos Nunca Carne Bolchevique Dios Patria Hogar", "Dos Tres Vietnams", enunciados como causa justa por parte de quienes sobreviven a la orgía de incesto, canibalismo, tortura, y que luego de matar al líder salen en manifestación anticipando la guerra interperonista que culmina en el golpe de Estado de 1976. La coexistencia de los antónimos encuentra en terror su momento de fusión. (1)

La causa justa presenta la Argentina posterior a la guerra de Malvinas y donde es posible leer un juego de asimetrías con Japón.

Japón es un país expuesto a los terremotos y el excremento es el símbolo de la tierra como la bosta puede serlo de Argentina, con los campos más fértiles del mundo, símbolo de fecundidad y riqueza. Ayer era la tierra del ganado y del trigo como hoy lo es de la soja. Japón, además de carecer de recursos naturales, a término de la guerra era un país en ruinas, luego de la intervención norteamericana hasta 1952, tuvo treinta años de crecimiento sostenido hasta 1990 y se transformó desde entonces en la segunda economía del mundo. La Argentina desde la primera parte del siglo pasado hasta la mitad estuvo entre la quinta y sexta potencia económica mundial, hoy es un país irrelevante, algo que la ideología argentina atribuye vagamente al "imperialismo" y no a la clase dirigente que se reproduce en torno de esa ideología.(2)

Otras asimetrías: Japón inauguró su primer tren bala -hoy existen cuatro modelos- o shinkansen en ocasión de las Olimpíadas de Tokio de 1964, en la Argentina el tren bala sonó como otro chiste más de la llanura en un contexto abrumado de trenes destartalados que circulan a paso de tortuga.

La poesía japonesa tradicional acontece en el mundo clausurado del jardín. Los cerezos en flor contrastan con el cardo de la llanura que expande su horizonte con apariencia de infinito en el Santos Vega y el Martín Fierro.

En Japón la violencia está codificada y asumida como un ritual religioso. En Patriotismo, Yukio Mishima narra el seppuku de un teniente y el suicidio de su mujer que corona una historia donde el amor más intenso se subordina al código del honor. El seppuku es el último recurso que encuentra para mantener invulnerable la "trinchera del espíritu". (3)

En Argentina durante las guerras civiles se pasaba a degüello a los vencidos y en el reciente siglo pasado las formas de matar son cada vez más aberrantes y alcanzaron su apogeo en el terrorismo de Estado. En Japón existe un grupo de los bajos fondos llamado los burakumin, que viven en contacto con la basura, los excrementos y los materiales tóxicos cuya analogía criolla estaría dada por los cartoneros.Burakimin es un término que está prohibido pronunciar socialmente a riesgo de poder convertirse en uno de ellos. Han generado una cultura y se les atribuye el origen del teatro Kabuki que Mishima -un gran renovador teatral- presenta en su relato “Onnagata” explorando los efectos de ilusión entre el arte y el amor.

En Argentina los cartoneros, producto de la crisis de fines del 2001, han sido objeto de apologías por parte de una literatura de la lumpen liviandad y luego han sido uniformados como para perpetuar y disimular su condición. Lamborghini no conoció esa Argentina y queda a sus lectores imaginar lo que podría haber escrito acerca del niño cartonero que a diferencia del niño proletario es un exterior -hijo de la indigencia- a la imagen invertida del niño burgués.

Tokuro funciona como un nombre de guerra inédito en la literatura argentina. Lamborghini se desvía de la tradición de Hormiga Negra que comenzó matando en buena ley, pero después lo hacía sin causa, a puro capricho en un vértigo de sangre que él mismo no acertaba a explicarse. Gutiérrez narra una escena capital, "bíblica", de la llanura donde el padre sanciona como chiste un acto criminal del hijo. (4)

El mundo de Hormiga Negra -como el de Ascasubi- condensa prácticas y hábitos de la cultura argentina en las provincias a mitad del siglo diecinueve: Hormiga Negra peleó en Cepeda con los federales, atraído por la posibilidad del saqueo de Buenos Aires, pero no sin astucia se pasó al ejército porteño que venció en la insólita batalla de Pavón. Hormiga Negra, hijo, que pese a su pequeña contextura desafía a los trece años a quien se le pone delate y rapta una muchacha reiterando palizas y toda clase de crueldades gratuitas a su madre que se opone. Al principio es reconvenido, pero la desfachatez de Hormiga seduce a todos, su condición heroica queda confirmada por el modo en que desafía a las partidas policiales que comienzan a evitarlo y es celebrado por el padre y la gauchada en sus fechorías que terminan por arrastrarlo al crimen y a la cárcel, luego de lo cual se transforma en un hombre hormiga, en alusión a que todo su empeño en adelante estará en su trabajo y su familia y en cumplir su ideal de convertirse en estanciero.

La historia bien termina según la trama folletinesca pero muchos chistes de la llanura culminan en la violencia y la sangre y muchos actos criminales son sancionados como bromas.

Los códigos de Hormiga son cambiantes y se acomodan a las situaciones, pasa sin pausa de la crueldad extrema a la benevolencia y sólo en la cárcel se equilibra. No obra en él un imperativo de terror sino una voluntad de dominio sobre los otros: antes de haber aprendido a usar cuchillo ya había vencido en todos los entreveros. Lamborghini no podía apoyarse en esta tradición equívoca tanto en la moral como en los actos.

El imperativo de terror que Lamborghini supo leer en Artl en La causa justa encuentra una notable repetición (5). Relato inspirado: reaparece el narrador que se anunció en El fiord pero aquí no hay coexistencia de antónimos, llamado al Líder o alienación con un estado fetiche, sino una separación máxima donde en un mismo personaje combaten el imperativo de tener que matar y el amor al que se mata.

Es la misma ideología argentina que comparece en la llanura de los chistes para exponer su carrera hacia el suicidio en la imagen de un seppuku grotesco, actuado por un extranjero que quiso vanamente participar en la guerra de Malvinas, por alguien que se creyó todo.

Vayamos al tema del machismo que responde a la idea de la sexualidad según la ideología criolla. En la Argentina se considera que si un hombre A -heterosexual- tiene relaciones activas con un hombre B -homosexual- el primero es más "macho" todavía.

La Argentina a diferencia del gran poema de Girondo -"Campo nuestro": "Gracias, campo, por ser tan desploblado/ y limpito de muertos,/ que admites arriesgar cualquier postura/ sin pedirle permiso a los espectros"- se ha ido transformando en una llanura de chistes sin tercero que los sancione sacudida de pronto por la muerte y poblada de humores negros. Tokuro le pide por favor al Gerente que no diga esa palabra, chiste, porque es anuncio de catástrofes. Tokuro cree en los enunciados literales, en un contexto, la llanura, donde todo tiende a ser equívoco y donde la única creencia es que nadie cree en nada, una viveza que no evita sino que acelera la catástrofe. Hombre de códigos guerreros e imperiales, Tokuro enloquece entre chiste y chiste en estos pagos, todo le resulta complicadísimo."Chiste" para Tokuro- es un lenguaje sin tercero. "Chiste" no responde ortodoxamente a la interpretación de Freud -un modo de relación con el Otro, mediante dobles sentidos, retruécanos, etc., que se hace notar levantando la represión- sino un recurso para cubrirlo totalmente para que lo que está más reprimido forme parte de otra represión: la sanción misma de la Muerte.

Eso se extiende la llanura de los chistes, a todo un país y hace que se viva un estado de naturaleza en la economía y un Estado que se ha manifestado criminal respecto de los derechos individuales y expropiador de las mayorías.

En la llanura de los chistes prevalece la sinonimia, lo contrario del significante y la metáfora. Lo que Tokuro hace es apurarse a cumplir una destrucción -suicidio- que está en juego en la miseria sexual que afecta a la valoración activo pasiva de los sujetos. La impostura sexual que supone que el macho que tiene relación con otro hombre es doblemente "hombre".

El imperativo de terror paraliza al grupo. Tokuro toma un enunciado condicional en que está formulado un chiste como fáctico, y no como un dicho más entre otros luego del partido cuando uno de los jugadores, excitado como todos por las nalgas de Nal -"el arquero culón"- le dice a otro: "Mirá, hermano, yo te quiero tanto, que te juro por mi madre te chuparía la pija si fuera puto, sí, te lo juro”.

Ni Heredia ni los compañeros ni el Gerente de la empresa consiguen convencer a Tokuro -tercero que sanciona perversamente el enunciado- que se trata de un chiste y que un chiste no es más que eso. No quiere intencionalmente enterarse de que se habla en términos hipotéticos: "si fuera puto", para él significa que ya lo es. Toma la frase chistosa como un juramento y quiere que se cumpla mediante un perverso desvío de la sintaxis y una implacable causalidad diabólica: si se falta a la palabra se atenta contra el Emperador, no cumplir la palabra supone la repetición de una catástrofe nuclear: "Pero Heredia quería chupar pija Mancini, y otra palabra trae Hiroshima”.Cumplir la palabra, señalan muchos estudios en Japón, es algo fundamental para esa sociedad: la palabra es más compromiso que contrato, algo bien distinto a un país como la Argentina donde las instituciones violan los mismos contratos que firmaron de puño y letra, donde se piensa colectivamente que los contratos están hechos para no ser cumplidos y eso va de la mano de las relaciones con terceros.

El default -cesación de pagos- a su modo dijo que todos los contratos anteriores eran "chistes" de la llanura que nadie nunca había firmado. Se aplaudió la catástrofe que otros países como Uruguay y Brasil trataron de evitar a toda costa. La pesificación de las mayorías, posterior al golpe de estado de fines del 2001, fue un "chiste" de una mega corrupción hasta ahora insuperado: no había que ser egoísta, dijo la Corte, moralizando sobre lo que no era sino un depósito en dólares y expropiando a medianos ahorristas y jubilados mientras los grandes peces avisados sacaban el dinero al exterior mostrando la escarapela. Habría que detenerse en este fallo como una obra maestra de humor negro que los intelectuales no sólo encubrieron sino que aplaudieron. Así funciona la llanura de los chistes, la "ideología argentina". El culpable de todo siempre será otro: en el relato todos coinciden en apuntar al arquero, Nal, de nalgas abultadas que nada tiene que ver con el extraño sainete que termina en velorio. Más: el propio Gerente, que considera a Heredia un empleado ejemplar, quiere sustituirlo por el arquero en la succión mediante amenaza de despido, algo que Tokuro considera una trampa.

En una cultura donde los contratos son "chistes", Tokuro supone o "inventa" un contrato sexual de un chiste entre Heredia y Mancini.Tokuro lee perversamente la frase haciendo coincidir la Ley en este caso El Emperador- con el goce.

Tokuro se las arregla para adaptar la situación y remontarlo a un código como el que se prescribe en el libro Hagakure, escrito hacia 1700, donde se trata la ética del samurai cuyo primer principio es no temer a la muerte (6).

Mishima en sus reflexiones de How to read Hagakure refiriéndose a las imágenes japonesas de la muerte responde de varias maneras a la pregunta: ¿Can One die for a Just Cause? También hace observaciones sobre el amor de un samurai por otro. Da el ejemplo de jóvenes que se resisten a morir en guerras injustas, pero que de buena gana darían su vida por una justa causa, por ejemplo, la nación. Piensa que el solo hecho de que estemos vivos significa que hemos sido elegidos para algún propósito y la vida no es algo que elegimos por nosotros mismos.

Mishima buscará toda su vida ese propósito superior que ya ha encontrado en los valores de la tradición. Su seppuku posterior a su intento grotesco de toma del poder para restituir al Emperador en Japón no fue tachado de algo heroico: no sólo iba en contra de la constitución sino que oscurecía y hasta ridiculizaba el sacrificio de viejos guerreros.

Tokuro no piensa diferente a Mishima: sus categorías responden al Japón arcaico y parece que no supo de un propósito superior para encontrar una justa causa en un chiste en las duchas porteñas. Antes de que Tokuro cumpla su amenaza sale a desafiarlo su "casi" amigo Jansky con quien tiene una historia secreta.Tokuro tiene cinco cinturones negros, quiere evitar la pelea a toda costa pero ya es demasiado tarde: Jansky practica boxeo, se lo considera una futura promesa entre los jóvenes semipesados, quiere darle una paliza, los ruegos de Tokuro para no pelear lo envalentonan más.

Todo el mundo está en vilo, excitados por el trasero del arquero, la injusta causa del deseo de tanta pasión justiciera. Deciden que están podridos del japonés y dan por descontada la victoria de Jansky, más joven y que lo dobla en físico.

Tokuro no recurre al disciplinado karate, combate en el propio terreno de Jansky, el box, y lo mata con sucesivos golpes en la garganta.

El narrador le arranca la máscara formal a los personajes, por ejemplo, la del Gerente general como "hincha" de Jansky, quien es ganado por el fanatismo: "Matalo, polaco! Si quiere ver chupar pijas que se vuelva a Tokio! ¡Gracias a Dios los yanquis les rompieron bien el culo! ¡Lástima que no les tiraron cien bombas atómicas! ¡El karate es una mierda!¡ Hacéselo meter en el ojete!".

La alusión evidente es la guerra de Malvinas y el entusiasmo que suscitó en la población, incluso en intelectuales progresistas sordos a argumento que era el recurso delirante de gobierno aislado del mundo para eludir de las cada vez más abundantes denuncias sobre las aberraciones cometidas. El ¡Argentina, Argentina!, vale también para las expropiaciones del 2002 donde los ideólogos oportunistas consideraron de "izquierda" el ataque a la propiedad privada y justificaron como progresista la expropiación de las grandes mayorías que la "ideología argentina" viene repitiendo desde el Rodrigazo de 1975.

El relato rememora la historia de Tokuro y Jansky para enterarnos de que se trata de una historia de amor "casi" imposible.Tokuro es a la vez un personaje kantiano y sadiano al mismo tiempo: tiene que matar al que ama por fidelidad a un imperativo de terror que vuelve contra sí mismo, mediante un grotesco sekuppu, con un cuchillo de asado, propio de quien encuentra un destino sudamericano donde revela que la llanura de los chistes es de pronto visitada por efectos siniestros. No lo mata por amor sino por celos de no poder amarlo y adapta arbitrariamente la escena al texto de La causa justa, folleto publicado durante la guerra la tradición samurai por el cual el guerrero no debía detenerse ante nada cuando existiera una causa justa.

Historia de un amor letal, donde la muerte vence pero en nombre el amor. No se trata ya como en El Fiord de grupos hermanos enemigos sino de amantes que se volvieron guerreros en una llanura donde se encuentran dos hombres y dos culturas- dos formas de combate- que no puede encontrar otra palabra que complicadísimo! para expresarse.

El seppuku final de Tokuro evoca el último acontecido en Japón por parte de Yukio Mishima que terminó abriéndose el abdomen.(7)

Mishima y Lamborghini tienen en común el estar excluidos de lo que se considera "normal": el primero en Confesiones de una máscara, esa persona que el narrador va creando en un perpetuo quiasmo entre el espíritu y la carne, vive dramáticamente el contraste del amor y deseo- el narrador está enamorado de Sonoko pero desea a los muchachos - y oculta cuanto puede sus inclinaciones y su "mala costumbre" - masturbación-, en tanto que Osvaldo Lamborghini se proclamó la mujer con pene con una desfachatez que escandalizó a psicoanalistas, burgueses y revolucionarios por igual. Convertirse en la Mujer para vencerla en su propio terreno es una experiencia condenada al fracaso de antemano: el falo renace siempre de las cenizas, es sólo el pabellón del Matriarcado. Mishima en la última etapa de su vida intentará convertirse en Omi, el musculoso personaje de las Confesiones. Mishima amaba los animales tallados en porcelana, en el relato de Lamborghini esos animalejos ultra sexuados llamados los tadeis dan lugar a una manifestación de feministas en el zoológico.

Mishima va creando una obra inmensa y matricida- el incendio de El Pabellón de Oro apunta a alcanzar a la Mujer misma, a la Belleza como perfección y completud mortífera- porque teme la femenización absoluta del hombre en el Japón moderno donde "la prosperidad económica ha transformado a los japoneses en comerciantes y el espíritu de los samurais se ha extinguido por completo" (8).

En el Pabellón resuena el imperativo en las palabras del monje que recuerdan pasajes del Rinzairoku: "Si el Buda se cruza en tu camino, ¡mata al Buda, Si te cruzas con tu antepasado, mata a tu antepasado."Osvaldo Lamborghini pone en escena una madre que, violada por todos, da a luz a los esclarecidos monstruos que van fundar -desollar- con la ayuda de tantos otros- a la Argentina y en la novela Tadeis el campo de reeducación - imagen de la Sociedad en el trasatlántico- a través de violaciones y torturas los machos guardianes regeneran a los rebeldes: "Allí, sin castrarlo, sin hipnosis, el joven violento era transformado en mujer, en una damita deliciosa." En el matriarcado regenerador desaparece lo femenino en la Mujer que absorbe todos sus atributos singulares - considerados peligrosos- convertida en Templo, en esa completad mortífera que Mishima advierte en el esplendor del Pabellón y en la vía de un inútil combate lo lleva a convertirse en guerrero.(9)

Los dos tuvieron la tentación del ascetismo, ambos fueron sorprendidos por el amor, rechazado finalmente por Mishima en Confesiones, abandonado al deseo que lo va llevando hacia la cultura del Hagakure y al seppuku final. La causa justa a es una historia de amor vencida por un deseo sometido a lo imperativo, a la perversión, donde el que aparece a término de la llanura de los chistes, Tokuro, se enfrenta a su destino sudamericano. Se hace un sekuppu grotesco con un cuchillo de asado que aumenta su dolor. Tokuro es así fiel a un texto, el folleto titulado La causa justa, publicado en Filipinas durante la guerra. Su acto, pese al valor que supone, no resulta menos grotesco que el de Mishima.

El amor excede a las relaciones masoquistas que muestran que el sadismo es otra clase de éste. El amor no se reduce a la agresividad narcisista - uno es otro y viceversa - o a relaciones objetales - el teatro de la perversión- sino a un encuentro, a un don injustificado por el cual la muerte da sentido a la vida de quien lo ha experimentado. El don posibilita la Encarnación entre el cuerpo y el lenguaje. Pero la fe como perversión es más fuerte que el amor: tanto en Mishima como en Tokuro el quiasmo entre el lenguaje y el cuerpo niegan la Encarnación y tienen en el Emperador el último garante de esa fe y en el acto de abrirse las entrañas la ofrenda de lo más íntimo de su ser.

En La causa justa Osvado Lamborghini abandonaba el archipiélago -Fiord- y aparecía como cosmopolita, sacando provecho de sus lecturas peligrosas. Malvinas no era una hipótesis: era un hecho, una prueba, de que en la llanura de los chistes había en curso una cabalgata suicida.
La causa Justa revela al último Lamborghini: el de una ruptura "casi" definitiva con el nacionalismo y "la ideología argentina" que es un cultivo de toda la sociedad y no sólo del populismo. La guerra de Malvinas era la prueba de que en la llanura de los chistes es el paisaje de una reiterada cabalgata que no acierta nunca ni en el amor ni en la guerra, salvo para hundirlos en un suicidio colectivo al grito de ¡Argentina, Argentina, Argentina!

El relato muestra un país cuyos ciudadanos son aturdidos barrabravas: luego de la retórica triunfalista su derrota tiene la rapidez de un relámpago y le sucede un discurso patético y victimista aunque de la víctima concreta -Jansky- nadie quiere saber nada.

En El Fiord la coexistencia de los antónimos se resuelve en el crimen político y las tres A, en el reino del terror que el Estado luego del golpe va a sistematizar.

En La causa justa no hay justicia en lo sexual y el amor puede dar la vida pero la muerte le dobla el brazo hacia el seppuku, impera como si a través de ella se atenuaran los chistes enunciados al borde de la angustia, una catarsis antes de que la función vuelva a comenzar en una cultura reducida en última instancia a la "ideología argentina" donde el fervor maníaco depresivo no cesa de buscar su relación "justa" con el doble y siempre termina en producir un Tokuro que es su Fe, un nombre de catástrofe que se repite década tras década.


NOTAS

1. En Fuera de escena, Victoria Salinas analiza detenidamente El Fiord desde la matriz rota de la madre y sus pechos cargados de "seca ideología" que nutren al pequeño Vacán - alusión a Vandor- en un despliegue hacia fuera, la manifestación de los que estaban devorándose dentro y van a hacerlo afuera. Los nombres propios son anagramas como Alcira Fafó que significa a las Fuerzas Armadas. Por más que se la viole la Mujer vuelve a renacer de sus cenizas no ya como un cuerpo sino como un sistema de reeducación como el que presenta Tadeis.

2. Lo que llamo "ideología argentina" no responde sólo a formas emotivas sino a una estructura que toca a lo jurídico y lo institucional que puede situarse entre la ley de Contrato de Obra pública de Rodolfo Barra -vinculado a sectores de ultraderecha - y adoptada por la Corte Suprema en 1975, que mediante una justicia distributiva exime al contratante de todo riesgo con el Estado, dan lugar a la megacorrupción como en Yaciretá y llega hasta la pesificación asimétrica de Eduardo Duhalde. En un caso se da origen y legitimidad a la "patria contratista", mafias que obran impunemente entre lo público y lo privado con total impunidad en los sobreprecios y en el caso de Duhalde la pesificación asimétrica - sustentada en la "justicia distributiva" de Barra, y no fue un chiste - cierra un proceso que se inicia con el Rodrigazo y que repite siempre el mismo libreto: los trabajadores y las clases medias son sistemáticamente expropiadas década tras décadas por una burguesía depredadora- se endeuda, coloca la mitad del dinero afuera, y luego quiebra- que puede aparecerse como derecha, centro o izquierda, usted puede elegir libremente, la única seguridad es que un Tokuro bien argentino vendrá al final para llevarse ahorros y jubilaciones para licuar las deudas y tiene como consecuencia un crecimiento exponencial de los niveles de pobreza e indigencia que hoy tras ocho años de inédito crecimiento - gracias a la suba de los precios internacionales - se aproximan a los índices de 2002. La novedad es que ahora este proceso se realiza bajo una fachada progresista y mediante quienes ayer se fotografiaban con los militares, votaban por Luder- que proponía la amnistía de los militares- y se clonaron como ex combatientes.

3. Este relato forma parte del volumen Muerte en el estío y otros cuentos, Monte Ávila Editores, 1969. Los ritos que aconsejan que la mujer no cometa seppuku y se clave una daga en la base de la garganta. Antes ella se detiene en el toilette, aplicando rouge sobre sus mejillas y pintura en sus labios. Se maquilla para un mundo que está por abandonar: "Reiko sintió que, por fin, también podía participar de la verdadera amarga dulzura del gran principio moral en el que había creído el teniente."

4. Hay al principio de Hormiga Negra una escena originaria: tras una disputa con el padre, Hormiga chico le tira una puñalada mortal que el padre elude apenas y le deja un rasguño. El hijo se disculpa diciendo la rabia le hizo "olvidar de que usted era mi padre" y éste se enorgullece del valor del hijo: " Y festejaba la gracia, como si lo sucedido, lejos de ser el más infame de los crímenes, fuera un acto infantil inocente. Aquí tienen nuestros lectores, el primer hecho con que Hormiga Negra dio principio a la vida que lo trajo hasta la Penitenciaria."Eduardo Gutierrez, Hormiga Negra, Ed El Boyero, noviembre, Año del Libertador San Martín.

5. Arlt y el cero imperativo: androginia, unisexualidad, terror, Luis Thonis, Tokonoma, 1994. El imperativo del Astrólogo de Artl, el "seremos bolcheviques, católicos, fascistas en distintos grados de iniciación" pone en juego distintas clases lógicas pero sin constituirlas como antónimos y en función de un objetivo político: cuando converse con un proletario seré rojo, dice. El líder de El Fiord, el Loco Rodríguez tiene un látigo en la mano más que argumentos y se mezcla a la orgía como un cuerpo más. Sebastián, el intelectual del grupo - cuya mirada era poesía, la revolución- se lleva la peor parte en la orgía; finalmente, Alcira lo sostiene y el narrador le clava el mástil de la bandera que significa que los que salen en manifestación están el mismo combate de autodestrucción.

6. En el libro del Hagakure- que significa "a la sombra de las hojas"- es un libro inspirado en el código Bushido, escrito por uno de sus aprendices, Yamamoto a principios del siglo dieciocho que trata de prescripciones a los samurai hasta en el modo perfeccionar la caligrafía. La condición del samurai supone en primer término la devoción en cuerpo y alma a un amo y cultivar la inteligencia, la compasión y la valentía. Yukio Mishima lo ha actualizado en sus lecturas de diversos temas contemporáneos en Lecciones espirituales para jóvenes samuráis- Editoria Nacional, Madrid, 2002- y en The samurai ethic and modern japan, Tuttle publishing, Boston 1978 donde se plantea cómo leer el Hagakure.

7. El seppuku es un rito fundamental en el código bushido de los guerreros, precedido por la bebida del sake y un poema de despedida sobre el dorso del tessen o abanico de guerra. Es sinónimo de harakiri - que significa vientre y cortar - pero su lectura es de origen chino. El seppuku puede ser voluntario, usado para a evitar caer en manos del enemigo, para expiar una falta al cdigo de honor o ordenado por un señor feudal y también para casos de asesinato, delito, robo o corrupción. Las mujeres tenían prohibido el seppuku y en lugar de abrirse el abdomen practicaban un corte en el cuello, seccionando su arteria carótida con una daga de doble filo. Lamborghini sigue los ritos de esa tradición: "Tokuro cantó una canción tristísima en su idioma". Tokuro, luego de haber matado a su amigo, llora en su idioma en las duchas y anuncia su suicidio.

8. Algunas interpretaciones han calificado a Mishima de "fascista" Era antimoderno pero su pensamiento reaccionario (restaurador) tenía más que ver con la tradición que con la ideología. En 1967 participó en maniobras militares y fundó mediante sus derechos de autor la Sociedad de los Escudos, una asociación que apuntaba a encender en los jóvenes la llama de los antiguos samurais. En Lecciones espirituales para jóvenes samurais - Biblioteca de Letras Japonesas, Madrid, 2002- Mishima analiza tácticas militares desde una teoría de la acción y discute con los estudiantes de la izquierda más radical. Sus críticas van dirigidas al "socialismo de salón" y resuena el interrogante de si es legítimo dar la vida por ciertos valores. El retorno a los samurais en Mishima tenía mucho de histriónico hasta que el intento de toma del poder demostró que no se trataba de una broma. No logró dejar la huella de ese fondo oscuro que es la vida misma del guerrero feudal pero recordó a las aburguesadas democracias occidentales que la guerra no será nunca cosa del pasado. La vuelta al Emperador o al patriarcado no es por cierto una alternativa al nihilismo de la sociedad moderna sino otro tipo de sujeto previo análisis de las fuerzas en juego.

9. En un escritor contemporáneo como Yasutaka Tsutsui este temática se renueva a través de la sátira y la ciencia ficción. En Hombres salmonera en el planeta porno - Editora Nacional, Madrid, 2002- en el relato "El mundo se inclina", el autor presenta un paraíso feminista en una isla aislada cuya alcaldesa niega hasta sucumbir ella misma bajo las aguas que la ciudad sufre una grave inclinación y produce cada vez más accidentes trágicos. En el relato que titula el libro encontramos en embrión la matriz porno tecnocrática de la sociedad contemporánea trasladada a otro planeta. Tsutsui no propone soluciones: se limita a narrar con áspero humor contradiciendo el ideal del "hombre ilimitado" - un hombre que vive sólo para los placeres "sanos" como lo muestra El último fumador- que va de la mano con el matriarcado planetario.
*Luis Thonis. Poeta, escritor, crítico y narrador. Nació en Buenos Aires en 1949. Ha escrito notas y ensayos en diversas revistas literarias. Ha publicado Siglo de manos y la criatura (1987), Eunoe (1991), Cuerpos inéditos (1995) y Estado y ficción en Juan Bautista Alberdi (2001).