jueves, octubre 01, 2009

Juan L. Ortiz: "Si no se identifica con la vida no es poesía"

Aquí estoy a tu lado ( Del libro El agua y la noche)

Aquí estoy a tu lado mujer mía que duermes,
solo.
La noche es una oscuridad tímida
a través
de la madreselva.
(Será en los campos una solemnidad
de giro armonioso,
mágico,
acompasado de grillos y suspirado de aguas).
Estoy solo a tu lado, mujer mía.
¿Qué sueño
agitará tu pecho?
Aquí estoy a tu lado, solo, mujer mía.
¿Qué será de nosotros
de aquí a doscientos años?
Qué seremos ¡Dios mío! Qué seremos?
Dentro de cien,
dónde estaré yo?
¿Tendrá la noche estival,
entonces la forma que ahora tiene?
¿Y habrá una soledad
que gemirá
en esta misma pieza,
al lado
de la mujer dormida?


Fui al río (Del libro El ángel inclinado)

Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba
--¿Era yo el que regresaba?—
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

Sobre el sitio baldío (Del libro La rama hacia el este)

Sobre el sitio baldío,
verde,
el cielo de las cinco,
plateado en una extática dulzura.

Mujeres pasan
en la luz blanca.

¿Blanca la luz?
Una melodía profunda,
abierta y concentrada
delicadamente, a la vez,
hecha de pastos iluminados,
de puras nubes quietas,
de figuras rítmicas.

Mujeres cruzan el silencio argentino
sobre un tapiz por un momento mágico.

La tarde de verano (Del libro El álamo y el viento)

La tarde de verano es una frescura indecisa, gris, después de las lluvias.
Pero el jardín, ah, el jardín con la luz de las rosas, frágil y húmeda,
va dando la dulzura del tiempo, la secreta dulzura, irisada, del tiempo.

El momento dorado se abre y mira las flores.
Amigos, y los otros que no saben de la vida de los jardines, luego de las lluvias,
ni de los sentimientos de las horas a través de las rosas,
ni menos de las relaciones del cielo último con las criaturas que se empinan para
/recogerlo?

Amigos, y los otros, entre un agudo mundo de puñales?


A la orilla del río (Del libro El aire conmovido)

A la orilla del río
un niño solo
con su perro.
A la orilla del río
dos soledades
tímidas,
que se abrazan.

¿Qué mar oscuro,
qué mar oscuro,
los rodea,
cuando el agua es de cielo
que llega danzando
hasta las gramillas?
A la orilla del río
dos vidas solas,
que se abrazan.
Solos, solos, quedaron
cerca del rancho.
La madre fue por algo.
El mundo era una crecida
nocturna.
¿Por qué el hambre y las piedras
y las palabras duras?
Y había enredaderas
que se miraban,
y sombras de sauces,
que se iban,
y ramas que quedaban…

Solos de pronto, solos,
ante la extraña noche
que subía, y los rodeaba:
del vago, del profundo
terror igual,
surgió el desesperado
anhelo de un calor
que los flotara.

A la orilla del río
dos soledades puras
confundidas
sobre una isla efímera
de amor desesperado.

El animal temblaba.
¿De qué alegría
temblaba?
El niño casi lloraba.
¿De qué alegría
casi lloraba?¿

A la orilla del río
un niño solo
con su perro.


Alma, inclínate… (Del libro De las raíces del cielo)

Alma, inclínate
sobre los cariños idos…

Sí, ya sé:
la esperanza en el aire, pero no la veo sonreír, perdón,
con los hálitos queridos…

La tierra, ahora, la tierra, con los llamados hundidos…

Me prestaréis, oh cabellos al viento, vuestras sedas,
para asir piadosamente a los llamados?

Siento que allá en el hondo, perdón, perdón de nuevo,
una soledad ciega alza raíces hacia ti, alma,
en busca, alma, de qué flores separadas?

Oh, los hilos que se adivinan
y que sangran, cortados, en la sombra…

Me prestaréis, oh cabellos al viento, vuestro viento,
para ir hacia debajo de la noche por los hilos desunidos?

Alma, inclínate
sobre los cariños idos…
mientras los cabellos al viento, alma,
os dan la ráfaga del descenso…

Pero vendrán, alma, los cabellos al viento,
cuando la esperanza en el aire está seca de almas,
y la tierra toda es de almas solas,
ay, solas,
muriéndose de nuevo por los perfumes perdidos?

Vendrán, vendrán
las dulces llamas del viento olas dulces fes del viento
desde su vuelo de divisas
hacia el gran sueño sin muerte…?

vendrán,
antes de que la sed,
la sed, la sed profunda que va más allá de la ceniza
dé cuenta también
de las heridas mismas de la ausencia,
todavía llorando, sin ojos, bajo nuestros silencios y las hierbas?
Mas no, alma, de pie,
delicadamente de pie en la línea de los grillos,
abierta como un oído imposible de esas azucenas de la sombra
--dulces sobrevivientes de la luna—
a las agonías que no pueden bajar, aún,
pero que ahogan el rocío…

Una es la noche, alma, desgarrada…
Una la del aire ilimitado y la de los tejidos profundos…
Y uno es el olvido de la muerte o el olvido de la vida…
Más qué sabes tú de la memoria que te excede
en el héroe desconocido que ama desde siempre
y que amará siempre perdiéndose
con la fe de la semilla, en el paisaje sin fin,
para las respuestas sucesivas a todas las ramas del horror
aun a aquellas de tu sangre
que tú crees tendidas, alma, desde el nunca del mar…?

La gran piedad, alma, es la del héroe,
pues que ella toca toda, toda, la cadena del tiempo…
Y esos cabellos al viento, con la edad del porvenir,
son, a pesar de alegría, sí,
la del héroe visible…

*Poemas extractados de los siguientes libros del autor: El agua y la noche (1933); El ángel inclinado (1938); La rama hacia el este (1940); El álamo y el viento (1948); El aire conmovido (1949); De las raíces del cielo(1958).