Julio Cortázar: Carlos Gardel*
"Hasta hace unos días, el único recuerdo argentino que podía traerme a mi ventana sobre la rue de Gentilly era el paso de algún gorrión idéntico a los nuestros, tan alegre, despreocupado y haragán como los que se bañan en nuesras fuentes o bullen en el polvo de las plazas.
Ahora unos amigos me han dejado una victrola y unos discos de Gardel. En seguida se comprende que a Gardel hay que escucharlo en la victrola, con toda una distorsión, y la pérdida imaginables; su voz sale de ella como la conoció el pueblo que no podía escucharlo en persona, como salía de los zaguanes y de salas en el año 24 o 25. Gardel-Razzano, entonces: "La Cordobesa", "El sapo y la comaadreja", De mi tierra. Y también su voz sola, alta y llena de quiebros, con las guitarras metálicas crepitando en el fondo de las bocinas verde y rosa: "Mi noche triste", "La copa del olvido", "El taita del arrabal". Para escuharlo hasta parece necesario el ritual previo, darle cuerda a la victrola, ajustar la púa. El Gardel de los pickups eléctricos coincide con su gloria, con el cine, con una fama que le exigió renunciamientos y traiciones. Es más atrás, en los patios a la hora del mate, en las noches de verano, en las radios de galena o con las primeras lamparitas, que él está en su verdad, cantando los tangos que lo resumen y lo fijan en las memorias."
*Cortázar, Julio: Gardel, Buenos Aires, Sur 223, julio-agosto, 1953.
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