Libro recomendado
Cosas de allá, de más allá. Jacques Canut*, Alicia Gallegos Editora
Por María del Carmen Colombo
Mirada que transforma el bucólico paisaje, lo cubre con el velo de una temperatura íntima, sombra inquietante que el poeta extiende sobre la escenografía campesina, familiar. Ingresan así al espacio de la página una fuente perdida, ovejas que cierran los ojos para olvidar y un pastor aferrado en lo sombrío de su existencia a la luz tenaz del verano.
Así comienza este bello libro, con la voz de la sombra en la mirada, como dice Jacques Canut aludiendo a ese sentimiento de vulnerabilidad que el poeta se niega a dejar de lado, precisamente el mismo frente al cual el hombre contemporáneo retrocede temeroso. No hay concesiones, entonces, para quien ha decidido recorrer el camino que lo lleva a reconocerse como un ser limitado, un ser atravesado por la misteriosa lengua de la muerte, es decir, por el amor y por el tiempo.
"Necio y generoso/ el grillo lo alumbra todo/ noche, jaula;/ a sí mismo./ Esclavo anclado a la huida del tiempo/ que celebra la vuelta perpetua/ del alba": afirmación de la vida y afirmación de la muerte se revelan así en el claroscuro de la imagen como una continuidad, imposible pensar una sin la otra parece decirnos Jacques Canut, acaso porque nuestra existencia se apoya en esos dos reinos ilimitados y se alimenta inagotablemente de los dos.
No hay ofensa frente al extraño idioma de lo inconmensurable, entonces, ni tampoco la búsqueda de salvación en religiones cuya promesa de trascendencia nos recluiría, como al Cristo, en una cumbre de altanera soledad. La palabra del poeta, abierta en su inmanencia, sólo intenta atraer ese dolor, traducir esa tristeza que produce la conciencia de saberse una vida prometida a desaparecer: "lo difícil es dejarlo todo, la Tierra", nos dice Jacques Canut.
Sostenido en esa fragilidad, en esa persistencia de lo que parece más destinado a perecer, el poeta despoja la materia verbal de toda gravedad, otorgando a los versos esa levedad viajera para anticipar, quizá su vuelo final: a través de la luz dorada de su memoria emergen los recuerdos, esas cosas de allá: el rico y extraño castellano de los ancestros, perdidos amores, el vértigo de un pasado evanescente. Exactitud y precisión en la artesanía del poema permiten captar las sensaciones más sutiles, esas voces perdidas como el eco, voz del monte; un poder hechicero que Canut aplica a la definición minuciosa de los detalles, a la composición de las imágenes a la iluminación de la atmósfera. También, a veces, sugerencia e ironía disuelven lo concreto de la experiencia tangible.
"El pasado se borra/ Qué camino elegir después?// La llovizna esconde/ el recorrido/ Tropezar con el lucero/ de una casita:/ ¿alma gemela?" Sólo quien escucha tan intensamente la destemplanza del tiempo puede transformar la tristeza en sabiduría, traductor que no es traidor sino alguien que en un gesto de aproximación, de acercamiento, busca en sus lectores, quizá el lucero de un alma gemela.
Preguntas suspendidas, abiertas, y blancos, respirados profundamente, que escanden la travesía del largo y único poema en busca de su propio límite. Preguntas y blancos donde se refugia sólo lo incierto. Intimidad que respira, silenciosa como un puro consumirse, como si hablar fuese un pasaje hacia un más allá que es sólo ocaso.
Admirable infortunio que nos entrega este corazón en despedida, que puede, aun en su caída, celebrar: "poema/regalo de inagotable juventud... En mis ojos queda/ hija mía/ la luz de tu semblante/ que se negará a cambiar". Celebración en el ocaso, así termina este nuevo libro de Jacques Canut Cosas de allá, de más allá, con la voz de una luz en la mirada. Canto heredero de los místicos, entrañable certeza que durará en nosotros, en nuestra lejana cercanía, casi como un bello semblante.
Mirada que transforma el bucólico paisaje, lo cubre con el velo de una temperatura íntima, sombra inquietante que el poeta extiende sobre la escenografía campesina, familiar. Ingresan así al espacio de la página una fuente perdida, ovejas que cierran los ojos para olvidar y un pastor aferrado en lo sombrío de su existencia a la luz tenaz del verano.
Así comienza este bello libro, con la voz de la sombra en la mirada, como dice Jacques Canut aludiendo a ese sentimiento de vulnerabilidad que el poeta se niega a dejar de lado, precisamente el mismo frente al cual el hombre contemporáneo retrocede temeroso. No hay concesiones, entonces, para quien ha decidido recorrer el camino que lo lleva a reconocerse como un ser limitado, un ser atravesado por la misteriosa lengua de la muerte, es decir, por el amor y por el tiempo.
"Necio y generoso/ el grillo lo alumbra todo/ noche, jaula;/ a sí mismo./ Esclavo anclado a la huida del tiempo/ que celebra la vuelta perpetua/ del alba": afirmación de la vida y afirmación de la muerte se revelan así en el claroscuro de la imagen como una continuidad, imposible pensar una sin la otra parece decirnos Jacques Canut, acaso porque nuestra existencia se apoya en esos dos reinos ilimitados y se alimenta inagotablemente de los dos.
No hay ofensa frente al extraño idioma de lo inconmensurable, entonces, ni tampoco la búsqueda de salvación en religiones cuya promesa de trascendencia nos recluiría, como al Cristo, en una cumbre de altanera soledad. La palabra del poeta, abierta en su inmanencia, sólo intenta atraer ese dolor, traducir esa tristeza que produce la conciencia de saberse una vida prometida a desaparecer: "lo difícil es dejarlo todo, la Tierra", nos dice Jacques Canut.
Sostenido en esa fragilidad, en esa persistencia de lo que parece más destinado a perecer, el poeta despoja la materia verbal de toda gravedad, otorgando a los versos esa levedad viajera para anticipar, quizá su vuelo final: a través de la luz dorada de su memoria emergen los recuerdos, esas cosas de allá: el rico y extraño castellano de los ancestros, perdidos amores, el vértigo de un pasado evanescente. Exactitud y precisión en la artesanía del poema permiten captar las sensaciones más sutiles, esas voces perdidas como el eco, voz del monte; un poder hechicero que Canut aplica a la definición minuciosa de los detalles, a la composición de las imágenes a la iluminación de la atmósfera. También, a veces, sugerencia e ironía disuelven lo concreto de la experiencia tangible.
"El pasado se borra/ Qué camino elegir después?// La llovizna esconde/ el recorrido/ Tropezar con el lucero/ de una casita:/ ¿alma gemela?" Sólo quien escucha tan intensamente la destemplanza del tiempo puede transformar la tristeza en sabiduría, traductor que no es traidor sino alguien que en un gesto de aproximación, de acercamiento, busca en sus lectores, quizá el lucero de un alma gemela.
Preguntas suspendidas, abiertas, y blancos, respirados profundamente, que escanden la travesía del largo y único poema en busca de su propio límite. Preguntas y blancos donde se refugia sólo lo incierto. Intimidad que respira, silenciosa como un puro consumirse, como si hablar fuese un pasaje hacia un más allá que es sólo ocaso.
Admirable infortunio que nos entrega este corazón en despedida, que puede, aun en su caída, celebrar: "poema/regalo de inagotable juventud... En mis ojos queda/ hija mía/ la luz de tu semblante/ que se negará a cambiar". Celebración en el ocaso, así termina este nuevo libro de Jacques Canut Cosas de allá, de más allá, con la voz de una luz en la mirada. Canto heredero de los místicos, entrañable certeza que durará en nosotros, en nuestra lejana cercanía, casi como un bello semblante.
Jacques Canut nació en Francia, en 1930. Profesor de Letras e Historia. Ha publicado unos noventa poemarios, once de ellos escritos en español. En Argentina publicó: Siembras, 1998; El espejo infiel, 2000 y Sur de cruz, 2003.
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