domingo, julio 22, 2007

Otoños de antología Suplemento Ñ (24-4-04)

Por Vicente Muleiro*

Se ha hecho esperar como una amante calculadora que sabe cuándo y cómo hay que asestar el golpe, pero al final llegó con repiques de lluvia e imprevistas amenazas de volver a partir para mantenernos cautivos en torno de su esquiva permanencia. Se ha hecho esperar pero al fin llegó el otoño, la estación de mayor prestigio literario.
El mes de abril se hubiera disuelto en el aire si el otoño no venía a evocar, entre tantos, los versos de Keats: "Golfos calmos/ tiene el alma en otoño, cuando se encierra/plegando sus alas, conforme con mirar/la niebla ocioso: con dejar que la belleza/pase sin ser notada como un arroyo naciente".
Era hora de sacar siquiera una campera liviana y cumplir con la orden poética dictada por J.L. Ortiz: "Es otoño, muchachos. Salid a caminar./ Otoño en su momento inicial, más hermoso (...). Ya está el viento, muchachos, el viento del otoño. del otoño/ violento o suave casi como un suspiro".
Es hora por esta ciudad que tiene todo para dar cobijo a una estación que amarillea la realidad. Vivir o aún morir como quiso Vallejo: "Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo./ Me moriré en París -y no me corro- tal vez sea un jueves como es hoy, de otoño".
El poeta platense Roberto Themis Speroni también clamó para sí el mismo privilegio de Vallejo para despedirse del mundo: "Debe ser en abril. De otra manera./ yo no podría ver a los labriegos,/ni a mis hijos en torno, ni a mi rostro,/ni a tanta cosa ue en abril fue mía".
Abril de intensidad o de deseos de atrapar la intensidad, como en el poema de María del Carmen Colombo: "Abril es hoy y toso en el viejo vestido amatorio de las estaciones/como una hembra en desuso. Y caigo a veces de este cuerpo/ porque me pesa en sangre el hervor de lo que deseo".
Abril. Una mujer con un piloto azul vence a la opacidad por Talcahuano. Se despeinan los árboles en la Plaza Lavalle. Hay que llegar a un sitio. En otoño hay que salir, muchachos, como pide Juanele, pero también hay que tener una ventana adónde llegar.