lunes, enero 16, 2006

SUMA VIVA *Por Susana Cerdá

La familia china es un conjunto de textos poéticos instalados al borde del género, que condensan una tradición de marginalidad, humor, disparate, lirismo, disonancia y metáfora pura en la que relumbran Macedonio, Artl, Cortázar, Girando, Nora Langhe, y Osvaldo Lamborghini, entre otros. Suma viva que logra atravesar estas lecturas y resurgir con voz propia, tan libre como irreverente. En esta rítmica combinación de lo coloquial con la risa erudita, música de imágenes novísimas constituyen un mapa de múltiples recorridos, en la minucia y en la desmesura. Los ojos semicerrados, achinados, miran sin pestañear, no se inmutan, y siguen observando lo que parece imposible de ser visto, con una sonrisa impávida, permisiva, en un efecto de sin censura. Mirada abierta, bucólica, desaforándose en una escucha que suena ilimitada en su manera de soslayar lo más grave con lo más agudo, o lo más pequeño. Dibujo oriental, que pareciera eludir una tercera dimensión a cambio de una cuarta. Leemos: “Cuando el ideal baja a la Tierra, con la fuerza que derriba las barricadas metafísicas, sus pies de niebla pequeña sienten la alegría del descenso”. Lo abstracto se da la mano con lo concreto indefinidamente, conformando una de las escrituras más originales de la literatura argentina actual. No hay ingenuidad alguna en este juego entre el saber y la experiencia, la luz y las sombras, donde el accidente poético desborda toda ley. Lo chino no podría ser otra cosa, en el sentido de que parece resumir una reflexión tan amplia como acotada. Se dice de lo chino, a sabiendas, y eso acentúa una rebeldía que la risa intenta suavizar, en esta escritura metafísica, que no para de reír y fascinarse, a un tiempo, por todo. ¿Pasea por Oriente? Más bien es un brillante paseo por Occidente, que alcanza su viceversa. El elemento yin fluye como el agua y no deja de sonreír nunca. El efecto más intenso que esta voz produce es el de la alegría, entendida en su sentido más esencial, como la libertad del movimiento ante la relatividad y la absolución de las que sólo la lengua es capaz. Poderosa voz creciendo, de las ruinas de una cultura, aliviada de temor, y por lo tanto, de sentido, desapegada. Tan personal, que parece nombrar todo por primera vez. De una soñada síntesis, o de un sensualísimo choque entre Oriente y Occidente, arremete entonces, esta poética, plena de gracia, que no deja títere con moraleja.*Diario de Poesía, N 55. Buenos Aires, primavera 2000, pp. 201 a 209

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