lunes, enero 16, 2006

LA FAMILIA CHINA *Por Susana Villalba

No porque el rostro de Colombo alimente la suposición de algún antepasado chino en sus genes sino por ciertos guiños en los textos sospecho que esos chinos sospechosos o sospechados podemos ser nosotros. Y cuando digo nosotros no sé si me refiero a los poetas, a los integrantes de una familia o a los integrantes de este país o a ciertos de ellos o a todo esto, mezclado. Cómo contar poéticamente la historia de una familia, cómo contar poéticamente la historia de un país, cómo hacer metáfora sin que se vea la enagua debajo del kimono? Que se vea pero en hermosa mezcla, combinación, superposición que suma bellezas que parecen contrapuestas pero más cercanas de lo que se supone, tarea de la poesía. Esto es lo que logra Colombo, el conventillo tan fuera de lugar como el obi y al mismo tiempo ambos igualmente centrales. Sudacas, exiliados dentro de una familia, de un barrio y dentro de un país de quienes apenas se ven algunas líneas de lo que es un complejo dibujo, una manera de soltarse el rodete, una forma de mover las manos al hablar que también tiene un significado. Ideogramas que hay que leer de adelante hacia atrás y sabiendo interpretar los espacios. Cómo contar alguna trama? Por esos fragmentos que no se ven sin una lupa, deteniéndose en un gesto del pincel o en un momento silencioso en que el pincel queda suspendido. Haciendo aparecer en aparente azar algunos mosaicos que, se sospecha, desplegados como los antiguos libros en códice mostrarían acordeonado orden una historia. Historia cifrada en pictogramas. Se despliega como un bandoneón? Como un biombo al desplegarse muestra que algo se oculta. Como un abanico o como una pantalla china? La pantalla muestra un leve símbolo que representa mucho más. El abanico suma varilla tras varilla. Colombo trabaja de ambas maneras a la vez. Cada texto es como un grabado o como una iluminación (en el sentido de Rimbaud) y a la vez una parte de esa historia que hacia el final se descubre como piel bajo la piel del tatuaje. Cuerpo que cobra mayor dimensión por estar cubierto de símbolos, símbolos que cobran mayor dimensión por estar trenzados con un cuerpo. Hacia el final no cae un telón sino que se abre, telón del kimono. Por descuido o seducción de la tatuada o porque nosotros hemos querido ver más, luego de acercarnos dibujo por dibujo queremos ver en mural ese demiurgo inscripto en cuerpo de madre, de mujer rara como una china, como una mujer. Ese padre plegado sobre sí pero proyectando su sombra, esas hermanas unidas pero separadas, ninguna de ellas repetirá la disciplina sumié sin equivocar algunos trazos, afortunadamente. Y ese hermano ¿oculto? exiliado? bastardo? trasvestido? Susurra: Ni olvido ni perdón. Paledón? Piletón? Perdón? No entender! No entender! De dónde sale esta primera persona de pronto? De dónde sale este hermano chino más argentino que Rácing y montado en el caballo de la cólera y el deshonor? Nuestra historia es una historia china, como decimos cuando no sabemos por dónde empezar. Y en cada uno está trenzada con una historia china personal, pantallazas de imágenes fijadas como grabado; por alguna razón se recorta nítido ese fragmento y no otro. Poesía objetivista, subjetivista? Minucioso objetivismo totalmente subjetivo en esta poesía oculta en una narración oculta en la poesía. La autora, como el teatro Noh el narrador cuenta desde un costado de la escena, no es omnisciente pero de los dibujos ve los intersticios entre una y otra figura. Porque los poetas somos chinos, de mirada oblicua y sexo trasversal. Como los chinos tuvimos antaño un papel grandioso. Pero vence el metal que acuñan las espadas, cuando lucen de modo firme duradero. Como esos fuegos artificiales que inventaron los chinos, somos cañitas voladoras, ardiente caravana en busca de un oasis. Eternidad, eso anhelamos al sembrar con paciencia (china) en nuestra salamandra lo que no se cosecha, ave fénix, dragones unicornios, ninguna utilidad sólo ilusiones en espiral viajaron por los antiguos alambiques. ¡gastar en salvas una vida! En la hoguera de un tiempo sin sustancia nos fuimos consumiendo hasta desvanecernos en el cielo como espigas fugaces. De los chinos, ya se sabe, es más grande su mito que su tierra.•Texto de presentación del libro La familia china, en Babilonia, noviembre 1999.

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