Ningún hombre se apodera de una historia.
Seguimos el camino que el destino nos ha trazado.
Surqué todos los mares,
nunca me tentó un puerto.
Preferí el horizonte desconocido
a la suave penumbra de las tabernas.
Aún me quedan algunas leguas para navegar
hasta que ya cansado
ancle en una ciudad para contar mis historias
frente a un barril de cerveza.
Luego el tiempo emparchará mi único ojo sano.
A mí,
al pirata Morgan,
que de tanto amar la muerte
amé la vida.
(Poema del libro Los Atlantes, 1979, Ed. Anagrama)
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