lunes, septiembre 10, 2007

Sara Gallardo*


I
Detrás del gran rey cuelga un cuero pintado. Puede agitarse, es el viento. O no agitarse: la reina está escuchando. Los muertos por su orden cuento en mí. Tontas las que lloran su juventud pasada: ignoran los secretos de la fermentación. Vean las borracheras bajo las estrellas: si el agua es para el día, para el dominio es el alcohol.
Alcohol es la vejez. Perdí los dientes, mi alimento es influir. Trenzo mis canas, ¿qué se trenza sin mí?
Tengo un anhelo sin embargo. Haría matar a esa muchacha. Y a su niño en sus brazos.

IV
Las torturé. Sigo con sed. Las vi morir, nombrando a desconocidos en otras lenguas. No me sacié. Si cada pasto fuera sujeto de humillación y cada estrella un ojo que cegar seguirían mis ansias.

VIII
Pasar, sin pisadas. Hormiga. Aire. Nada.

XXX
Soñé: perdí un diente.
¿Qué haré sin él, qué hará sin mí?
Se ha levantado viento sobre el río.
¿Qué hará sin mí, qué haré sin él?

XXXIII
He visto una visión que no es mentira en el agua del pozo. Vi el funeral del rey. No falta mucho tiempo. Con él irá su caballo revestido de plata. Sus mujeres en fila, roto el cráneo. La favorita del vestido rojo tendrá el niño en los brazos. Se lo arrebatarán al tiempo que la maten. Así vi el funeral, con treinta y dos esposas. Yo me escapo esta noche.


*Sara Gallardo, cuentista y novelista argentina, (1931-1988).
** Los textos que se transcriben forman parte de Las treinta y tres mujeres del emperador Piedra Azul (El país del humo, Alción Editora, 2003).

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