viernes, junio 13, 2008

Berlín es un cuento: en busca del tiempo perdido


Comentario acerca del último libro de la poeta y narradora argentina Esther Andradi, residente en Berlín, aparecido en el Suplemento Señales del diario La Capital, el domiengo 4 de mayo de 2008 (www.lacapital.com.ar)

Por Marta Díaz
¿Qué hilo o isla narrativa se entreteje en la escritura de esta novela? El texto da algunas claves, entre otras, una carta que la narradora escribe a su madre: "Contar la historia, mamá, la ciudad, el grupo, la vida de un puñado de soñadores recibiendo una nueva década (...) un tiempo intenso como pocos, de experimentación y goce, de corte con el pasado violento y apostando al futuro". Antes había dicho: "escribir como consuelo. Vivir para contarla". Y luego: "durante años había soñado con esta historia".
El hilo que desovilla Esther Andradi, narradora nacida en Ataliva (Santa Fe), nace, sin dudas, de una asignatura pendiente con el pasado. Como su protagonista, Andradi llevó una vida trashumante con escala de cinco años en Perú y destino final en Berlín, donde reside. Ha afirmado que "La escritura es el ancla con la que tejen (los escritores que viven en el exilio) el vínculo con el país lejano, una suerte de istmo en el mar de otro idioma" (prólogo a la antología Vivir en otra lengua, 2007). Es lícito entonces pensar a Berlín es un cuento como un istmo o una isla imprescindible en el idioma alemán, o mar que la rodea. Atravesada por la marca del exilio, puede decirse que esta novela es ancla y es "cuento", porque se escribe en un país extranjero, en lengua materna y de un tirón "para que no se corte, como si fuera un cuento", según se explicita en la última línea.
Dentro de la novela que da título al libro se escribe otra: Tres traidoras: "de aventuras, de ciencia ficción y de autoayuda", la clasifica su autora Beatriz Ponce Aldao (Bety), la Novelista, exiliada, cuyos personajes son la Bella, La Vieja y la Gorda. Confinadas a vivir en cuevas y madrigueras, son las encargadas de traicionar el legado que condujo a la civilización a extremos bestiales. Seguimos el texto de esta novela en el devenir de la otra, que se ocupa de reflejar como en un mural la vida en el Berlín de los ochenta; la inserción de la Novelista en esa ciudad, refugio de artistas emigrados.
Historia retrospectiva que reconstruye, recicla, remueve la vida en el Crash, edificio comunitario donde la Novelista, que ha llegado a Berlín invitada por el alemán Jan (el amor de su vida), sobrevive "sindinerosintrabajosinidioma" al abrigo de un grupo de intelectuales en su mayoría latinoamericanos. La edificación antigua y abandonada será objeto de la brutal agresión de un grupo neonazi y más tarde de la topadora. Hoy el Crash es un edificio de cristal y "ellos, los de entonces, tan cambiados, tan otros. Como la misma ciudad que los parió", se han dispersado por el mundo o han muerto. La escritura se ejerce como vía de conocimiento; indaga, busca atrapar y entender el tiempo perdido.
De Berlín se dice que, como la ciudad de Villon era "medieval, callejera, pequeña, encerrada, precisa". Y dentro de ella, su fatídico emblema: el muro histórico que los turistas veían como a un fetiche de la guerra fría y que sujetaba a Berlín con "la solidez de un corset"; muro paradójico que alimentó en los alemanes de un lado y de otro la coincidencia en la crítica mutua: "Gracias a dios, nos une la división", dice Sigrid, la amiga alemana de la Novelista.
Viaje interior. El tiempo se craquela en fragmentos o capítulos que aportan sus piezas al rompecabezas que se quiere armar y que sólo alcanza el modelo terminado en las últimas páginas. Una prosa que no escatima sorpresas y que apela al orden racional tanto como al absurdo y al humor que distancia. Algunos capítulos se organizan como poemas en verso. Dentro de la expansión que pide la novela es posible dar con la síntesis que aporta la poesía. Leemos: "Llegó con los primeros fríos a Berlín. Era setiembre y las uvas maduraban".
Y tras el relato de la orden de desalojo, del ataque al Crash por un grupo de jóvenes neonazis, de la resistencia pacífica y a la vez audaz y creativa de aquel grupo de artistas soñadoras, y de la expulsión de Bety por haber violado las normas de ingreso al país, la Novelista sólo ve en lo que alguna vez fue encuentro, integración y enlace, la mutilación. Ve la dispersión definitiva, el desmembramiento del grupo; ve, en la desolación del final, "Polvo de estrellas"/ "basura de cometas". Pero sabe que dispone de un as en la manga: las cuartillas escritas. Contra el olvido, contra la desintegración, el germen de Berlín es un cuento .