Un cuento de María Cristina Carrizo*
Encuentros
“… hace sesenta años que lo hago así…” se dice muy fácil. Graciela lo escuchó de la anciana tantas veces a lo largo de doce meses. Argumento histórico tan recurrente y acomodaticio. Sobre todo cuando los años vienen corriendo desde atrás, la energía vital busca fluir sólo en las contadas ocasiones en que nace una provocación ineludible.Cuando ese instante de atención llegó, las dos estaban para acompañarse en la soledad mutuamente. La una, con la excusa de cumplir con su trabajo; la otra, por la razón perfecta de una creciente invalidez.Como siempre al final de la tarde, se sentaron en las sillas de plástico. Alcira, con los lentes puestos y la mirada sobre una cuadrícula a llenar de letras. Cuando una fotografía interrumpía ese plano, levantaba la revista y la cara con el ceño fruncido. “¿Quién es?”, decía. Si era un hombre joven, Graciela contestaba que un actor; si tenía el cabello blanco, un político – tenía que gritarle. La mayoría de las veces, una mujer joven y bonita: “una actriz famosa”, respondía.El crepúsculo hacía resplandecer un piso de mosaicos grandes y blancos, aptos ya para que los pies, por fin, descansaran. Estarían a salvo – por veinticuatro horas – de la tierra que se estacionaba y de los pequeños insectos que se quedaban en el jardín de material gracias al chorro de lavandina.Bajo el toldo metálico, las mujeres se encontraban un rato cara a cara. Tras el vidrio, el piso de cemento exhalaba vapor, moteado de hojas y flores marchitas, semillas y tierra seca que se deslizaba desde cada una de las macetas luego del riego o la lluvia.Alcira sonrió complacida, como si hubiera oído cuando Graciela le dijo que hasta ese momento no había visto hormigas negras. Con cuarenta y dos grados de temperatura ni siquiera estas se atrevían a caminar al sol. Relegadas a las tres medianeras, las hojas de formas y colores variados parecían querer invadir la pequeña casa – su cuarto límite – en busca de la humedad que rezumaba constantemente durante el año.Por décima vez en una hora Alcira mostró su grilla con visible fastidio. La otra se había despertado de un breve letargo veraniego y sonrió; balbuceó una palabra corta, aguda y señaló los vidrios.En el jardín, sobrevolaba un pequeño pájaro verde-azul tornasolado. Con su pico largo y delgado dio dos toques en los vidrios superiores. A su espalda se abrían – rojas y amarillas- las corolas dobles de la rosa china. Las enfocó dos largos segundos: primero, a Alcira; después a Graciela. Sin dejar de vibrar entró por uno de los paneles abiertos, suspendido algunos instantes más ante ellas como si fuera un suave corazón rumoroso arrojado a un pozo de silencio.Lo cierto es que ya las había visitado poco antes de que la anciana despertase de la siesta diaria. Su dama de compañía regaba, los pies sobre el cemento cuarteado por la intemperie. Había sobrevolado muy cerca, remojándose en las gotas que brillarían unos segundos en la parte más alta y tierna de la enredadera. Entonces, ella recordó las palabras de él meses antes de su decisión definitiva de irse para siempre. “La felicidad deber ser como mi tiempo de infancia: ir con la abuela en tranvía a comprar galletitas o a robar llamadores de pájaros; espiar como una perra le da de mamar a los gatitos; despertarse a las tres de la mañana porque la señora gata rasguña la puerta de calle reclamando que le abran; ver la televisión con un conejo rosado sobre las rodillas mientras compartimos la hamburguesa y la coca-cola.”En su alma, esas palabras habían abierto sospechas que se hicieron realidad dolorosa. Pero el día en que el colibrí se acercó para bañarse, con el recuerdo de su amor muerto surgió un ruego: si era quien creía, que no tardara en presentarse ante las dos.
* Poeta y narradora argentina, nació en 1963 en Capital Federal. Es técnica en cerámica artística. En 1999, gano el primer premio de poesía en el Concurso Raúl González Tuñón que realiza el Centro Cultural La Muralla. En 2002 recibe una mención por el libro de poesía Adana, durante el concurso “25 años de lucha” realizado por la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
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