Traducción de un poema de Sharon Olds*
Agradecemos a Natalia Limas, profesora especializada en lingüística literaria en inglés, el haber traducido este poema de la poeta norteamericana Sharon Olds, especialmente para este blog del amasijo.
Cangrejo
Cuando como cangrejo, se desliza la gomosa
pinza rosada por mi lengua
pienso en mi madre. Ella solía llevarme
al borde de la Bahía, mujer pequeñita en un
auto enorme, solía pedirle al cangrejero que
se lo rompa. Ella solía pararse y esperar mientras el
alicate rompía esos hogares cretáceos, rojos
salvajes y nudosos, esas muñecas cartilaginosas, el
fino techo anaranjado de atrás.
Yo solía volver a casa, y encontrarla a la mesa
desalojando las partes tajantemente, apoyando la
cáscara feroz de un lado, el
cuerpo blando del otro. Ella nos daba
un montón, porque nos gustaban tanto,
así que siempre había suficiente, un montículo de cangrejo como una
cruza entre leche de pecho y carne. La parte de atrás
hasta tenía la forma de un perfecto
pecho arruinado, escamas derechas
blancas como la pulpa de un crisantemo, pero la
mejor parte era la pinza, ella solía deslizarla
hacia fuera tan despacio que la punta no se rompía,
bulbo escarlata del que siente- era tan
divertido comer fácilmente esa arma,
destrozar su delicada pulpa enganchada entre
paladar y lengua. A ella le gustaba alimentarnos
y todo lo que nos daba era fresco, estaba complaciente de
agarrar cáscara, membrana, raíz, para
acercarse a la suciedad y a la sal para alimentarnos,
de la manera en que se había acercado a nuestro padre mismo
darnos la vida. Recuerdo y
veo a nosotros chorreando en la mesa, alimentándonos, su
hilera de comedores rosados, el pelotón de impecables
garras débiles. Pienso más allá y
la veo en la cocina, quitándole la cáscara a la pulpa, sus
manos pequeñas enroscadas- ella es como un
halcón pescador, salvaje, arrancando la carne
Hábilmente, viviendo su vida de miedo y deseo.
Cuando como cangrejo, se desliza la gomosa
pinza rosada por mi lengua
pienso en mi madre. Ella solía llevarme
al borde de la Bahía, mujer pequeñita en un
auto enorme, solía pedirle al cangrejero que
se lo rompa. Ella solía pararse y esperar mientras el
alicate rompía esos hogares cretáceos, rojos
salvajes y nudosos, esas muñecas cartilaginosas, el
fino techo anaranjado de atrás.
Yo solía volver a casa, y encontrarla a la mesa
desalojando las partes tajantemente, apoyando la
cáscara feroz de un lado, el
cuerpo blando del otro. Ella nos daba
un montón, porque nos gustaban tanto,
así que siempre había suficiente, un montículo de cangrejo como una
cruza entre leche de pecho y carne. La parte de atrás
hasta tenía la forma de un perfecto
pecho arruinado, escamas derechas
blancas como la pulpa de un crisantemo, pero la
mejor parte era la pinza, ella solía deslizarla
hacia fuera tan despacio que la punta no se rompía,
bulbo escarlata del que siente- era tan
divertido comer fácilmente esa arma,
destrozar su delicada pulpa enganchada entre
paladar y lengua. A ella le gustaba alimentarnos
y todo lo que nos daba era fresco, estaba complaciente de
agarrar cáscara, membrana, raíz, para
acercarse a la suciedad y a la sal para alimentarnos,
de la manera en que se había acercado a nuestro padre mismo
darnos la vida. Recuerdo y
veo a nosotros chorreando en la mesa, alimentándonos, su
hilera de comedores rosados, el pelotón de impecables
garras débiles. Pienso más allá y
la veo en la cocina, quitándole la cáscara a la pulpa, sus
manos pequeñas enroscadas- ella es como un
halcón pescador, salvaje, arrancando la carne
Hábilmente, viviendo su vida de miedo y deseo.
*Sharon Olds nació en 1942 en San Francisco, Estados Unidos.
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