jueves, agosto 21, 2008

La tradición es un delirio, antiguo

Por María del Carmen Colombo
al Grupo El Ladrillo

La herencia se impone, la tradición se elige, se fabula entre mate y mate, ante la mirada absorta --ausente-- de tatitas juidos al misterio del desierto por cuestiones de la ley.
Pocas pero ineludibles las huellas que dejaron esos caballos fantasmales en la llanura lisa de papel, nos han servido, sin embargo, para que en la soledad huérfana pudiéramos ensayar nuestra elección, intentarla por lo menos.
Metiéndonos por los intersticios de esas ausencias, nuestros ojos neblinosos, casi ciegos por la orfandad, por la falta de alimento, escucharon el susurro, la mudez de sus huellas, de sus textos.
En el presente de la llanura, en la orfandad pelada de la pampa de papel, robamos para comer, digerimos estrategias de supervivencia, ahondamos las huellas dejadas como al boleo ---bebimos de ellas-- hasta borrarlas, hasta olvidar, hasta escribirlas. Y en esos menesteres nos dimos cuenta de que --sin querer-- repetíamos los gestos de aquellos padres, también abandonados por los suyos. Casi atontados por la bebida, brebaje de huellas, en el pasado de la huida creímos ver un baile de borrachos, de mareados pañuelos que al compás de un pericón nos saludaban: eran los padres nuestros rezados de rodillas, el porqué, el porqué me has abandonado. Herencia de orfandad, de abandono en la pampa, como un desamparar que se hizo tango de nuestra propia suerte. Como un destino la herencia que se impone: la condena de hablar en una lengua falta, falta de todo padre. Hambre, hambre voraz había de inventarnos alguno.
Qué tarde era la hoja cuando lo descubrimos, una tarde casi crepuscular, esas que se asemejan al futuro cuando cae en picada, cuando el futuro cae como un descubrimiento fugaz. Otros más avispados tenían sus familias constituidas, como ecos repetían a los vientos: "a no llorar, la falta es lo que sobra", y tapaban los huecos de los platos, la boca de los mates las cerraban --horror vacui--, se enyenaban el buche y rellenaban colchones con los verdes vocablos de una herencia, y había que dormir para escucharlos recitar.
Cuando nos dimos cuenta --distraídos--, nos encontramos adentro de un espejismo de cristal, nuestro laboratorio refulgía, éramos alquimistas haciendo los conjuros contra la musa de la mala malaria. El movimiento del futuro anterior, como alguien dijo, "nos hacía comer de nuestra propia carne y vomitar otra distinta", trasmutar, trasmudábamos, mudábamos de forma: de la nada de fierro a la transformación en oro, oro aurora del nuevo día. Tradición de inventores de medias transparentes, argentinos, poetas: hacer nuevo lo viejo, como el sol, hacerlo cada día, pero siempre después, en el pasado de un presente futuro. Es decir: como perlas parir antepasados.
Notas halladas al pie de las estrofas de un pericón (antiguo)
A) Cuando los bailarines comienzan a girar, para atrás y adelante, debe leerse --léase-- en esta figura de la coreografía el régimen cronológico de nuestra tradición: el futuro anterior. En el sentido de que sólo instalados en el cuerpo de baile acontecido pueden recrearse las condiciones de producción de este acontecimiento, el baile, y entre ellas la así llamada tradición.
B) Cuando los bailarines se desplazan y ocupan el lugar de otro debe leerse, léase, a la tradición, a través de esta figura mínima. Acuérdese, lector, como dice la rima, la tradición es construcción política, en el sentido literario, claro. Porque todo texto ocupa su lugar por el desplazamiento de otros (textos), y por lo tanto la tradición permitirá la mejor producción de este desplazamiento.
C) Cuando los bailarines sacan los pañuelos debe leerse --léase--: la tradición es una apropiación, que se da bajo la forma o modalidad de cierta convocatoria a fantasmas emblemáticos, a ciertas voces que hablarán en los intersticios de la voz propia. En fin, ¿un inocente padrinazgo?

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