lunes, junio 30, 2014

Sharon Olds: La especialista en babosas



Cuando era especialista en babosas, apartaba
las hojas de la hiedra, en busca de esos cuerpos
traslúcidos, brillosos, de gelatina verde,
que subían reptando lentamente
a mi merced, por la pared de piedra.
Al estar hechas casi todas de agua,
morían al instante si les echaban sal,
pero eso no era lo que a mí me interesaba. Lo que a mí me gustaba
era correr las hojas de la hiedra, quedarme respirando
el olor de la pared, y esperar en silencio hasta que el bicho
se olvidara de mí, y sacara las antenas;
ver cómo esos cuernitos relucientes se alargaban
como si fueran telescopios, hasta que finalmente
los extremos sensitivos salían a la luz,
íntimos e infalibles. Unos años más tarde,
cuando vi por primera vez a un hombre desnudo,
me sorprendió observar cómo se repetía
el callado misterio, ver a esa criatura
parsimoniosa y elegante salir de su escondite
y brillar en el aire polvoriento,
deseosa y tan confiada
que una podría llorar.

*Poeta norteamericana.
** Traduc.  Ezequiel Zaidenwerg.

sábado, junio 28, 2014

Li Qingzhao: dos poemas









Una rama de ciruelo


el aroma de los lotos rojos
se desvanece
verde alfombra de otoño
me desabrocho el fino vestido de seda
sola
subo a la pequeña barca
¿quién me enviará entre las nubes
preciosos mensajes de amor?
quizá, volando de regreso,
las ocas salvajes
dibujen palabras en el cielo
la claridad de la luna envuelve
al Pabellón del Oeste
las flores se marchitan
pero las aguas fluyen como siempre
igual que nuestro amor
dos lugares distintos:
una misma tristeza
que quisiera detener pero no puedo
lágrimas que desde mis ojos caen
desde mi corazón ascienden


Tonos lentos


busco
busco y busco
pero sólo frío y soledad
sólo frío
tristeza y aflicción
incluso un sol templado, repentino,
haría más difícil mi consuelo
tres o cuatro copas de este vino
¿qué pueden contra una larga noche,
contra el furioso viento que se acerca?
ahora que pasan los gansos salvajes
me duele más mi corazón
y es que somos, ellos y yo,
viejos conocidos de antaño
sobre la tierra se amontonan
los crisantemos tristes
ya marchitos y ajados
¿es que nadie ha querido recogerlos?
vigilo la tarde en mi ventana
yo sola
¿Cómo podré resistir la oscuridad?
además, de los árboles, una lluvia fina
va cayendo
gota a gota
hasta el anochecer
¿tantas cosas…, tantas,
caben en una sola palabra:
tristeza?

* Li Qingzhao. Poemas escogidos. Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA). Traducción Pilar González España. Primera edición. Málaga. 2003.
** Poemas extractados dehttps://sublevacioninmovil.wordpress.com/2011/02/

Sharon Olds: Toma de posesión






Cuando llegan los invitados a la fiesta de mi hijo
se reúnen en el salón -
hombre bajos, hombres de primer curso
con suaves mentones y mandíbulas.
Están de pie con las manos en los bolsillos,
dándose empujones, disputándose el sitio, pequeñas peleas
que estallan y se calman. Uno le dice a otro
¿Cuántos años tienes? Seis. Yo siete. ¿Qué pasa?
Se observan mutuamente, se ven a sí mismos
diminutos en las pupilas del otro. Carraspean
mucho, una sala de pequeños banqueros
que cruzan los brazos y fruncen el ceño. Podría darte
una paliza
, le dice uno de siete a uno de seis,
la tarta de la discordia, tan redonda y contundente como una
torreta, está detrás sobre la mesa. Mi hijo,
con pecas como motas de nuez moscada en sus mejillas,
su pecho estrecho como la quilla de una
maqueta de barco, manos largas,
frescas y finas como el día en el que le guiaron
fuera de mí, habla alto como un anfitrión
por el bien de todo el grupo.
Podríamos matar fácilmente a uno de dos años,
dice con su voz clara. Los otros
hombres están de acuerdo, se aclaran la garganta
como los Generales, se relajan y se ponen a
jugar a la guerra, celebrando la vida de mi hijo.


Los muertos y los vivos. Sharon Olds. Bartleby Editores. 2006. Traducción de J. J. Almagro Iglesias y Carlos Jiménez Arribas.

jueves, junio 26, 2014

Blanca Varela: Escucha la música...






Tal vez en primavera.
Deja que pase esta sucia estación de hollín y lágrimas
hipócritas.
Hazte fuerte. Guarda miga sobre miga. Haz una fortaleza
de toda la corrupción y el dolor.
Llegado el tiempo tendrás alas y un rabo fuerte de toro o
de elefante para liquidar todas las dudas, todas las
moscas, todas las desgracias.
Baja del árbol.
Mírate en el agua. Aprende a odiarte como a ti mismo.
Eres tú. Rudo, pelado, primero en cuatro patas, luego en
dos, después en ninguna.
Arrástrate hasta el muro, escucha la música entre las
piedrecitas.
Llámalas siglos, huesos, cebollas.
Da lo mismo.
Las palabras, los nombres, no tienen importancia.
Escucha la música. Sólo la música.

*Poeta peruana.
*Gracias Silvina Guala.

lunes, junio 23, 2014

Mónica Sifrim: Heroína filosa



Reproducimos a continuación la nota aparecida el último viernes en el Suplemento Las Doce, del Diario página/12, acerca del libro El Talante de las flores (Hilos Editora, 2014), de la poeta argentina Mónica Sifrim.
Por Daniel Gigena
En 2013 tres poetas fundaron una editorial dedicada exclusivamente a la publicación de poesía nacional y extranjera. El catálogo, que creció de manera exponencial en pocos meses, reúne títulos de Claudia Masin, Laura Klein, Leopoldo Castilla y Sebastián Salinas, y traducciones de libros de Georges Schehadé y Jerome Rothenberg. El poeta y traductor Jorge Aulicino trabaja en una esperada antología de la poeta italiana Antonella Aneada. María del Carmen Colombo, María Mascheroni y Dolores Etchecopar –las tres poetas editoras– rescatan libros que se habían agotado y era imposible encontrar, a la vez que leen y seleccionan autores y autoras contemporáneos. El delicado arte de tapa de Hilos Editora, a cargo de Etchecopar y Mascheroni, complementa dibujos refulgentes sobre fondo negro con la reproducción de un manuscrito de los autores en la contraportada.

La más reciente entrega de Hilos es El talante de las flores, el quinto libro de Mónica Sifrim (Buenos Aires, 1958). Autora de Con menos inocencia, del emblemático Novela familiar, un relato de iniciación (al amor, a la literatura y al dolor) entramado por las tradiciones de los inmigrantes judíos en Buenos Aires; de Laguna, que escribió durante la enfermedad de su padre, y de El mal menor, Sifrim ha sido becaria del Fondo Nacional de las Artes en 1997 y de la Fullbright en 1999, organizó ciclos de lecturas en la Casa de la Poesía y durante muchos años trabajó como periodista cultural en diarios y revistas. Su obra fue traducida a varios idiomas y es, en opinión de narradores y poetas que han sido sus alumnos, una de las mejores docentes en talleres de escritura creativa de Buenos Aires.

Tres versos en tres palabras –"desmesura// dilapidación/ sentimental"– de uno de los poemas finales, previo al grandioso "Sturm und drang", ajustan las cuentas con el recorrido de la heroína irónica que atraviesa (y que se oculta en las "arrugas" de la realidad y a quien no le importa el perdón ni perdonar) la cartografía insinuada en los textos. Damián Ríos, también poeta y editor como las hilanderas, leyó en la presentación de El talante de las flores un escrito concentrado y certero; allí señala que en los nuevos poemas de Sifrim "la lógica se enrarece, roza la paradoja y se vuelve lírica". Un buen ejemplo de ese talante paradójico puede ser el siguiente: "en la misericordia/ se ha perdido/ más/ sangre/ que/ en la / guerra". Otro: "afuera de la ermita/ el mundo blanco/ presagiaba/ blanco". Versos breves, de una sola palabra (pero nunca de una palabra sola); poemas centrados en el blanco de la página como efigies ("Figuras" es el título de una de las secciones del libro, donde salvadores y salvados, dioses y mortales intercambian pleitesías, pedestales y epopeyas labradas) y una calculada división en partes miden la distancia incalculable entre una vacilación ("la eventualidad/ de un paso cierto/ junto a la tentación de claudicar") y la caída de un rayo sobre los amantes, tan retorcidos como el árbol que hubiera podido ampararlos.

En extrañas escenas ambientadas en manglares o en un gótico desierto pampeano, las voces cimbreantes de los poemas instilan un humor atroz: "nunca se jura amor hasta la muerte/ y menos en mitad de una tormenta/ mucho menos aún/ a la intemperie/ bajo un árbol de ramas/ retorcidas". La niña de cabellera borravino o una anciana ciega, la cautiva de ojos claros o la muchacha del bote –personajes que reaparecen o perfiles bosquejados por primera vez en la obra de la poeta– tampoco depositan ya la confianza en héroe alguno, menos aún en aquel que revisaba todas las mañanas "cómo crecía/ su inmortalidad". Solamente pagando los diezmos que la vida cobra ("eche, pues, sus monedas en la bolsa", se lee en el décimo poema de la primera parte), huyendo del "amor balsámico y el amor veneno" o "buscando el entresijo/ donde la realidad/ se pulverice" puede el poema, la identidad o el talante del poema tal vez, asimilarse por fin a una carcajada impertinente.